TERCERA Y ÚLTIMA DEL CICLO ESTELLÉS. CRÓNICA DE UNA FIESTA ANUNCIADA

Los tres rejoneadores salieron a hombros tras cortar un total de siete orejas. Fotografía: pablohermoso.net

Bajo un gran ambiente, una plaza llena y un palco festivalero, los tres rejoneadores salieron a hombros tras cortar siete orejas.

Ganado: Seis toros de Rosa Rodrigues, correctamente presentados y de buen juego en general, por codiciosos y por su fijeza, salvo el parado primero y el distraído y deslucido segundo de la tarde.

Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y dos orejas.

Roberto Armendáriz: saludos desde el tercio y dos orejas.

Manuel Manzanares: oreja con petición de la segunda y dos orejas.

Presidencia: A cargo de Javier López, asesorado por Rosa Loranca y José Manuel Carretero, se dejó llevar por el ambiente festivo y acabó mostrándose festivalera en la concesión de los segundos trofeos.

Incidencias: prácticamente lleno. Tarde soleada y agradable. Guillermo Hermoso de Mendoza, hijo del torero estellés, ejerció de alguacil. Magnífico ambiente festivo en toda la plaza.

Sucedió lo que tenía que suceder. Antes de comenzar el festejo, un castizo estellés me preguntaba: “Hoy, todos a hombros, ¿no?”.“Habrá que ver, habrá que ver…”, le contesté, aunque en el fondo pensaba que muy mal se tenía que dar la tarde para que eso no ocurriese.

Y así fue. Pero no todo fue coser y cantar. Tras la muerte del tercer toro, muy bueno por cierto, había un denominador común en la corrida de rejones: el fallo con la hoja de peral.

Pero, a partir de ahí, el festejo se vino arriba, la fiesta se apoderó de la plaza y la euforia, de la mayoría de los espectadores.

Uno de ello sme comentaba con gracejo: “En Pamplona, la faena sería de una oreja pero aquí es de dos, ¡que para algo juega en casa!”. Se refería al ídolo de la ciudad del Ega, a Pablo Hermoso de Mendoza, que paseaba triunfal las dos orejas conseguidas.

Antes, se las había tenido que ver con un toro, el que abrió plaza, que salió con muchos pies pero que llegó completamente parado al segundo tercio. Por tal motivo, el elegante toreo de costado de Chenel no pudo brillar como en otras ocasiones. Sin embargo, ante esa falta de recorrido, brilló el toreo de cercanías de Ícaro, ése que enfrenta la cara de la montura con la del cuatreño y cuyo resultado es un toreo circular vibrante. En esta ocasión, tuvo más mérito pues lo tuvo que hacer todo junto a tablas. Para entonces, la plaza ya estaba entregada a su paisano, pero, tras tres cortas sin respiro sobre Pirata, no acertó al matar, aunque sí estuvo certero con el descabello. Lo mismo les sucedió a los otros dos rejoneadores en sus respectivos primeros toros.

La fiesta estalló en el cuarto. Esta vez la merienda no pudo con ella. Desde que pisó el ruedo el negro Pombiho, el torero estellés lo llevó muy encelado con Churumay. Sin embargo, pese a la buena labor de Van Gogh en banderillas, la faena no alcanzó el tono triunfal hasta la salida de Viriato, que puso la plaza al rojo vivo con su toreo de costado en dos banderillas, en escaso terreno y con la distancia muy medida. Tras un espectacular par a dos manos de cortas, la fuerte petición hizo olvidar enseguida ese pinchazo que precedió al rejonazo. Pablo había conseguido su vigésimo segunda puerta grande en la plaza de su tierra.

Armendáriz no quiso ser menos. Le sucedió algo parecido que a su maestro. Su primero fue un toro distraído, que iba a su aire y que acabó andarín. Esforzada labor del de Noain con Polvorilla y Trasnochador, emborronada con el rejón letal y concluida con un certero descabello.

Sin embargo, frente al quinto, se superó a sí mismo. De salida, llevó al toro muy encelado con Berlinde. En banderillas, sobresalieron los ajustados quiebros de Ranchero y el toreo de costado de Prometido. Esta vez sí, de nuevo con Trasnochador, mató de un rejonazo y paseó también ese doble trofeo de puerta grande. Tiene que ser muy difícil torear después de Hermoso de Mendoza y más cuando ha cortado dos orejas. Pero la madurez de Armendáriz superó tal handicap.

Manzanares, por último, disfrutó del mejor lote, de dos toros que galoparon con codicia y fijeza. Llegó mucho más a los tendidos su segunda faena, con el temple de Estella, con Garibaldi en banderillas, citando muy en corto y quebrando, y con Sabina, con el que terminó con un efectivo rejonazo.

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