Natural de Enrique Ponce al cuarto de la tarde. Fotografía:: Arjona.
El desigual encierro de Guadalix de la Sierra tuvo nobleza pero careció de raza y de casta.
No le han rodado bien las cosas en Sevilla a uno de los ganaderos más cotizados del momento, a Victoriano del Río. Ha lidiado cuatro toros con su hierro y dos, tercero y cuarto, con el de Toros de Cores; desiguales de presentación, han resultado nobles pero han carecido de casta y raza.
Uno por uno. De nobleza y entrega muy a menos el primero; deslucido y mansurrón el segundo; rajado y geniudo el áspero tercero; soso y sin gracia el cuarto; exigente y emotivo el rajado quinto; con transmisión a menos el rajado sexto. Dicho de otro modo, el juego del encierro, en conjunto, ha resultado muy decepcionante.
Respecto a los diestros, su resultado ha sido el siguiente: Enrique Ponce (silencio en su lote), José María Manzanares (oreja tras aviso y oreja con petición de la seguda) y Lama de Góngora (saludos y silencio), que ha tomado la alternativa.
Lo mejor de la entrada, un lleno de “no hay billetes”.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX