¡VAYA MAZAZO! CRÓNICA DE LA SEXTA CORRIDA DE LA FERIA DE PAMPLONA

Eugenio de Mora pasea en triunfo la única oreja de la tarde.

Eugenio de Mora pasea en triunfo la única oreja de la tarde.

El toledano Eugenio de Mora cortó la única oreja de la tarde de una corrida mansa, deslucida y complicada.

Ganado: Seis toros de Herederos de Conde de la Maza, bien presentados, serios de cara, pero mansos, deslucidos, descastados, sin clase alguna y varios con peligro.

Diestros:

Eugenio de Mora: oreja y silencio.

Antonio Nazaré: silencio y silencio tras aviso.

Juan del Álamo: silencio en ambos.

Presidencia: A cargo de Iñaki Cabasés, asesorado por Fernando Moreno y la veterinaria Pilar Navarro, cumplió correctamente su cometido, pasó desapercibida.

Incidencias: Lleno aparente, con algo cemento en la parte alta de andanada. Tarde soleada y agradable. Matadores de toros, subalternos y picadores hicieron el paseíllo descubiertos para reivindicar el valor cultural de la fiesta taurina.

La corrida de toros sevillana supuso ayer todo un mazazo al prestigio de la feria y, sobre todo, a la esperanza de divertirse de casi veinte mil almas y de disfrutar del toreo por parte de los aficionados. Y es que fue eso, una tarde de las que no crea afición, por tediosa, por aburrida.

¿Acumulaba este hierro méritos para verse anunciado en la llamada Feria del Toro? No, rotundamente no. Fue una apuesta de la empresa. Y, vista así, a toro pasado, que es lo fácil, volvió a equivocarse. ¿Por qué fue contratada? La respuesta, en la comisión taurina de la Casa de Misericordia de Pamplona.

Uno de los toros intentó saltar la barrera.

Uno de los toros intentó saltar la barrera.

Los seis cinqueños andaluces se lo dejaron casi todo en fachada. Lucieron serias defensas, algunas más llamativas por veletas. Pero nada más. Medidos en varas, respecto al juego, formaron un conjunto manso y deslucido, sin nobleza ni clase, no apto para el lucimiento; a este panorama hay que añadirle que varios ejemplares tuvieron perversas ideas, desarrollaron sentido.

Ante este panorama, se puede deducir sin dificultad que el toreo fue muy escaso, de pequeñas dosis por sistema de goteo.

Oreja de poco peso

Respecto a la mano de obra, los tres matadores sumaban, en conjunto, diez paseíllos durante esta temporada y hasta el 1 de julio; es decir, no estaban muy rodados y eso lo acusaron en el ruedo, por lo menos los dos más jóvenes. Y, con todos los respetos para ellos, formaban un cartel humilde, uno de los de más bajo presupuesto del ciclo taurino pamplonés. Y para una corrida tan complicada, con tantas dificultades, se necesitaban unas manos más experimentadas.

Y todo esto se vio claro con el veterano Eugenio de Mora ante el que abrió plaza, un toro tan noble como soso, sin chispa, sin transmisión alguna, que acabó convirtiéndose en el menos malo, en el más toreable del encierro llegado desde Morón de la Frontera.

Estocada de Eugenio de Mora.

Estocada de Eugenio de Mora.

El espada toledano entendió al toro, justo de fuerza, que echaba la cara arriba al salir del muletazo y lo toreó cómodo, sin apreturas, bastante aseado. Con la izquierda, dibujó algún aceptable natural pero de uno en uno, sin esa ligazón que siempre contacta con los tendidos. Terminó con una estocada, que provocó una petición de oreja sin demasiada fuerza, a la que atendió el palco presidencial.

Posiblemente, al torero castellano se le pasó por la cabeza la posibilidad de una puerta grande. Pero el cuarto no le dio opción alguna. Fue un toro reservón, incierto, deslucido, que echó la cara por las nubes. El de Mora de Toledo no pudo hacer otra cosa que justificarse.

Nazaré pechó con un lote muy deslucido.

Nazaré pechó con un lote muy deslucido.

Nazaré, por su parte, se encontró en primer lugar con un toro deslucido, que no tenía un muletazo por el derecho y que por el otro pitón pasaba sin clase y sin humillar demasiado. Tras varios pases que no pasaron de probaturas, terminó con una estocada habilidosa.

Y su segundo, el quinto, tuvo parecida condición por deslucido. Tragó por el pitón derecho, sin humillar lo debido y al pasito. El sevillano le fue robando series cortas, de mérito pero insípidas y algo vulgares. Concluyó su paso por Pamplona con una estocada trasera y contraria, que no sacó al público de su silencio.

Del Álamo mató mal al primero de su lote.

Del Álamo mató mal al primero de su lote.

Por último, Del Álamo dio la sensación de que la tarde le vino grande. Su primero desarrolló sentido e intentó sorprender al salmantino, que debió entrar a matar de mejor forma, sin salirse. Y ante el brutote sexto, llegó un momento que no supo por dónde meterle mano. Demasiado trago para él.

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