UNA TERNA ‘SALVADORA’. CRÓNICA DE LA 2ª CORRIDA DE LA FERIA DE TUDELA

La terna salió a hombros junto a mayoral de Toros de Salvador Domecq. Fotografía: javier Sesma

La terna salió a hombros junto a mayoral de Toros de Salvador Domecq. Fotografía: javier Sesma

Marco, Bautista y Castaño salieron a hombros, junto al mayoral de la ganadería.

Ganado: Seis toros de Salvador Domecq, bien presentados, aunque alguno terciado, nobles, con clase en general, pero que quedó emborronada por una escasez de fuerza, cercana a la invalidez, en algunos casos; encastado el tercero y también el quinto, pero a éste le costó tenerse en pie; reservón el sexto, que acabó muy orientado.

Diestros:

Francisco Marco: oreja en ambos.

Juan Bautista: oreja y oreja con petición de la segunda.

Javier Castaño: silencio tras aviso y dos orejas.

Presidencia: A cargo de José Javier Navascués, asesorado por Pablo García Zambrana y la veterinaria Ana Isabel Pereira, correcta hasta la concesión, mal y a destiempo, de la segunda oreja del sexto; regaló así una puerta grande.

Incidencias: Un tercio de plaza. Tarde soleada y calurosa. Los subalternos Ángel Otero y Fernando Sánchez saludaron montera en mano tras banderillear al sexto. Tras el paseíllo, las entidades taurinas tudelanas entregaron una placa al matador de toros navarro Sergio Sánchez en homenaje a sus veinticinco años de alternativa.

El palco consiguió ayer que la tarde taurina acabase un tanto chapucera. Ya había doblado el sexto y último. Las mulillas lo engancharon para arrastrarlo y cuando comenzaban a encaminarse hacia el patio de caballos, el presidente sacó por segunda vez el pañuelo blanco, concediendo así una segunda oreja a Javier Castaño, trofeo que habían solicitado unas tres docenas de personas. El subalterno Fernando Sánchez corrió como alma que lleva el diablo hacia el citado patio para conseguir ese segundo apéndice, ya que el alguacilillo esperaba con sólo uno. Mientras tanto, el público se miraba -¿dos o una?, se preguntaba- y la autoridad -Policía Foral- miraba al palco buscando una respuesta. Efectivamente, había concedido el doble trofeo y regalado así la puerta grande al diestro leonés, que se sintió más que feliz.

En realidad, se las había visto con el garbanzo negro del encierro. Un toro que se dejó sin clase por el izquierdo pero reservón por el derecho. Castaño, a base de pundonor, ejecutó dos tandas de naturales algo faltas de limpieza. Se echó la muleta a la derecha y, al tercer muletazo, el cuatreño le pegó una voltereta, sin consecuencias por fortuna. El diestro volvió a la cara del toro, que ya se había orientado, y estuvo a punto de sufrir otra. Mató de una estocada hasta la bola y puso fin así a una labor merecedora de un trofeo, pero luego llegó el citado episodio esperpéntico.

Su primero, fue un toro encastado con algo más de fuerza; el mejor de la tarde; inicialmente, le dio tiempo y distancias para ejecutar un buen toreo en redondo. Después, optó por las cortas distancias y pecó de encimismo. Perdió el trofeo por una estocada que hizo guardia.

Dos triunfadores

Las otras dos puertas grandes fueron merecidas. Marco se encontró en primer lugar con un toro noblón pero que hizo sus extraños por el pitón derecho. Lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas y un ramillete de mecidas verónicas de su firma, que prologaron un vistoso quite con aroma mexicano. Con la muleta, tras dos ceñidos cambiados por detrás en los medios, toreó templado y dominador por derechazos, naturales y en redondo. Después se sucedieron los invertidos, molinetes de rodillas, una leve cogida y una estocada entera que le obligó a descabellar. Justa oreja.

A su segundo, cuarto de la tarde, noble pero sin la clase del anterior, lo dominó de principio a fin. Realizó una faena bien planteada sobre la diestra y culminada con una estocada hasta la bola. Nuevo trofeo, aunque el puntillero estuvo a punto de echar bajo esa puerta grande que el estellés tenía en su mano.

Por último, a Bautista le correspondió el lote más débil de la tarde, dos toros al borde de la invalidez, razón por la que no pudo afluir la calidad que atesoraban. A su primero lo toreó muy templado por ambos pitones a media altura, en labor de enfermero. Faena larga, concluida con pases del desprecio y un estoconazo.

Frente al encastado y muy débil quinto, estuvo todavía mejor. Su faena, sin poder bajar la mano, fue variada, elegante y estuvo repleta de gusto. La ceró con una gran estocada recibiendo. Bien el francés y también, el navarro.

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