Francisco Expósito recibió al primero con unas verónicas bañadas en gusto. Fotografía: Vauqero.
El mejor toreo de la tarde, a la verónica, lo puso el pamplonés Francisco Expósito.
Ganado: Cuatro utreros de Tomás Prieto de la Cal, bien presentados y de juego dispar.
Francisco Expósito: Saludos desde el tercio y silencio.
Rubén Lobato: saludos por su cuenta y una oreja.
Presidencia: A cargo de Ignacio Marrodán, asesorado por Pedro Oteiza y Luis López Gainza, bien, pasó desapercibida.
Incidencias: Media plaza. Tarde muy calurosa. Lobato debutó con picadores. El pamplonés Expósito reapareció de luces.
Dos hechos centraban el interés de la primera novillada picada de Lodosa: por un lado, la lidia de los veraguas de Prieto de la Cal; por otro, la reaparición , vestido de luces, del pamplonés Expósito. El encierro vazqueño ofreció un juego desigual, después de cumplir sobrado en varas. El primero tuvo nobleza, fijeza y embistió humillado hasta que acabó rajándose. Expósito lo recibió con un ramillete de verónicas, mecidas, repletas de gusto, de su pellizco, que fue lo mejor de la tarde en cuanto a toreo.
Después, con la muleta, lo toreó en series cortas por ambos pitones, templado, con tranquilidad aparente. Pero antes de acabar con una estocada trasera, pinchó una vez y el premio se redujo a una ovación.
Al tercero, que se partió un pitón desde la cepa al derrotar contra un burladero, le faltó humillar más. Por ello, la faena no tuvo la continuidad deseada.
Por su parte, Lobato se mostró como un estupendo banderillero pero con la muleta fue otro cantar. No pudo con el segundo, que tenía mucho que torear y le dieron una oreja del manso cuarto, ante el que mostró valor y escaso toreo; molinetes, desplantes…y poquito más.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX