UN TORERO DE MOSCÚ, EN PAMPLONA, COMO PEREGRINO A SANTIAGO

Finito de Moscú, el martes, en Pamplona. Fotografía: Calleja.

Roman Karpukhin llegó el martes a pie a Pamplona. Ha sido piloto del ejército ruso, profesor y campeón de Rusia y España de bailes de salón deportivos, y el primer torero de su país.

La de Roman Karpukhin es una más de las miles de historias que confluyen en torno al Camino de Santiago, pero no una cualquiera. Es una historia de lucha especial, la de un hombre que liga su filosofía vital al mundo del toro, digna de ser contada. Karpukhin es ‘Finito de Moscú’, el primer torero ruso. Así se presenta en su tarjeta y así lo presenta Aser Vidondo en un reportaje publicado en Diario de Navarra.

“Me hubiera gustado torear en Pamplona, es una de las grandes plazas”, aseguraba ayer mirándola con emoción. Llegó allí a mediodía, haciendo un alto en su ruta. Inició la peregrinación el lunes con 5 amigos rusos y estonios. “Ya me había acercado a conocerla el día que llegamos a Pamplona. Teníamos media hora hasta coger el taxi que nos llevaría a San Juan de Pie de Puerto, y vinimos exclusivamente aquí. El mundo taurino me ha marcado”, aseguraba en un español con acento del este.

Y es que este ciudadano ruso de 45 años, residente hoy en Moscú, vivió 12 años en Barcelona. Lo trajeron a España primero una casualidad y, después, el baile y el mundo del toro. Piloto del ejército ruso y profesor de una escuela de baile de salón deportivo para niños, llegó a Albacete en 1995 acompañando por unas semanas a un grupo de niños de Chernobil. “Allí conocí a los toreros Manuel Caballero y Manuel Amador. Me llevaron a la escuela taurina y me dieron un capote. Yo, al bailar pasodobles, conocía poses taurinas y di algunos pases. Sobre la arena, les dije que quería ser torero. Me respondieron que estaba loco. ¿Un torero ruso?”, rememoró entre risas.

Este triple campeón de Rusia de baile de salón deportivo regresó a España en 1997 para trabajar en una escuela de danza de Valencia, pero cerró y terminó en Barcelona desempeñando labores de seguridad.

Finito de Moscú, vestido de luces en su ciudad natal.

“Contacté con aficionados taurinos y José Jiménez, presidente del club taurino de Sabadell, fue mi primer maestro. Después, con jóvenes interesados, conseguimos reabrir la escuela taurina de Cataluña tras 20años, y fuimos la primera promoción”.

Como ‘fin de curso’, debutó como novillero en la Monumental de Barcelona el 14 de abril del 2000. “No acabé contento, tuve mucha presión. Me pusieron trabas por mi edad (33 años) y procedencia, pero yo tiré para adelante. Quería sentir lo que sentía un torero, saber qué les lleva a enfrentarse cara a cara con un animal salvaje, con la muerte”, expresaba ayer.

Festival en Moscú

De 2001 a 2005 toreó como novillero en7 festejos y en 20 festivales en España, México y Estados Unidos. Cortó dos orejas y un rabo. Paró entre 2003 y 2004 al volver a competir en el mundo del baile de salón deportivo, consiguiendo el campeonato de España de 2003.

“Nunca quise dedicarme profesionalmente al toreo, sólo comprender este mundo”, decía ayer. Trató hasta de organizar un festival benéfico en Moscú con toreros como Manuel Amador o Cristina Sánchez, y el rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza, pero no cuajó. “Hubiera sido sin muerte, allí no se hubiera entendido la filosofía de esta fiesta”.

Según dijo, se vio obligado a dejar de lado esta afición en 2005 para centrarse en “luchar” por sus derechos. “Me separé de mi mujer, española, y ella no quería que viera más a mi hijo. La justicia le dio la razón pero el Tribunal Supremo me la dio a mí. Hice una huelga de hambre de 68 días. Ahora hemos llegado a Estrasburgo”.

Karpukhin, también actor, ha escrito y protagoniza una obra teatral autobiográfica en la que confluyen su lucha por su hijo y “contra las injusticias de la Justicia”, y su lucha por salir adelante en el mundo taurino. “En el ruedo, el toro no es un enemigo. Es tu compañero y hay que quererle. De hecho, el mayor triunfo no viene cuando lo matas, sino cuando consigues sacar lo mejor del toro y es indultado”, opinaba.

“La filosofía taurina es aplicable a la vida. Yo me siento un toro, un luchador de casta. La vida, como el torero, te va probando. Y si bajas los brazos, si te rindes, estás muerto. Yo no lo hice, luché por mi hijo, y mi indulto vino cuando él pidió que quería estar conmigo y me dijo que me quería”, reconocía.

Aparte de otras motivaciones, le dedica a él (tiene 12 años) su esfuerzo en la ruta jacobea. “Quiero dejar en este camino mi dolor, estar conmigo mismo y arreglar mis asuntos”, sentenciaba. (Reportaje de Aser Vidondo, publicado en Diario de Navarra).

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