TRIUNFO ÉPICO DE FRANCISCO MARCO EN EL CIERRE DE LA FERIA DE ESTELLA

Revolera de Francisco Marco, que protagonizó una gran actuación. Fotografía: Miguel Monreal.

Tras concederse ocho orejas y tres rabos, los tres toreros pudieron salir a hombros pero no lo hicieron por estar Marco en la enfermería.

Ganado. Dos toros para rejones de Rosa Rodrigues, parado y deslucido el primero y colaborador y siempre a más el cuarto, y cuatro toros de José Vázquez, bien presentados, con kilos, nobles y repetidores, y de buen juego en general, con uno, el segundo de la tarde, ovacionado en el arrastre.

Diestros.

Pablo Hermoso de Mendoza: ovación y dos orejas y rabo.

Francisco Marco: cuatro orejas y dos rabos.

Juan Pablo Sánchez: silencio tras dos avisos y dos orejas.

Presidencia. A cargo de Jesús María Chasco, asesorada por Rosa Loranca y Lorenzo Gómez de Segura, nefasta por carecer del mínimo conocimiento de un festejo taurino, por regalar los trofeos sin ton ni son y, sobre todo, por no dejarse asesorar.

Incidencias. Lleno. Tarde nublada y agradable. Sánchez, que se presentó en Navarra, sufrió del tercero una cornada ascendente de cuatro centímetros en el gemelo izquierdo, de la que fue curado en la enfermería. Marco sufrió en la lidia del quinto luxación del hombro izquierdo y diversas contusiones. Fue trasladado al hospital García Orcoyen, donde quedó ingresado. Actuó de sobresaliente Enrique Martínez «Chapurra», que no llegó a intervenir.

El festejo de ayer pasará a la historia taurina de Estella, y de Navarra, por la cantidad de sensaciones y de emociones que se vivieron. Vayamos por partes. El siempre querido y esperado Pablo Hermoso de Mendoza no le cortó trofeos al deslucido que abrió plaza por no acertar con el rejón letal.

Derechazo del navarro Marco. Fotografía: Miguel Monreal.

Salió el segundo de la tarde, primero de lidia ordinaria, y Francisco Marco ofreció un recital de buen toreo; primero de capa: larga cambiada de rodillas, templadas verónicas y vistoso quite por tafalleras y chicuelinas. En la muleta se encontró con un toro noble, con recorrido, que repitió humillado. El estellés dibujó dos tandas con la diestra, cargadas de ritmo y quietud. Toreó asimismo muy bien al natural, aunque sin tanta ligazón pero rematando muy bien las series con el de pecho. Lo intentó en redondo pero para entonces el toro ya se había acabado. Se tiró a matar con fe y dejó una buena estocada. El presidente quiso ser protagonista, comenzó su desafortunado recital y concedió los máximos trofeos.

Juan Pablo Sánchez fue cogido por el tercero.

Salió el tercero y Sánchez se presentó en Navarra. Le correspondió un toro mansito, justo de fuerza, que, por ello, echaba la cara arriba al terminar de pasar, pero que se dejó hacer. Tras dos voluntariosas tandas de derechazos, resultó alcanzado por el toro y herido, con un puntazo en su gemelo izquierdo. Pese a esta herida, el mexicano continuó toreando, aunque el toro, rajadito, había cambiado y se había vuelto incierto y acabó buscando las tablas. Lo mató mal, se hizo un lío con el descabello y faltó poco tiempo para que sonase el tercer aviso, el que habría devuelto el toro al corral.

Hasta aquí, y a pesar de la mencionada dádiva presidencial, todo había transcurrido con bastante normalidad.

Hermoso de Mendoza, sobre Chenel, cuajó una gran faena. Fotografía: Miguel Monreal.

Salió el cuarto. Inicialmente, se mostró colaborador pero sin celo alguno. Sin embargo, fue a más y acabó derrochando calidad. A diferencia del primero -en el que Dalí, cosa rara, intervino en banderillas-, el maestro estellés optó por sacar su artillería pesada y con ella confeccionó una faena que paulatinamente fue adquiriendo cada vez mejor tono, por culpa del templado toreo de costado de Chenel y por lo osado de un Ícaro que, desafiante, volvió a brillar con su toreo agresivo, circular, en mínimas distancias. Ante ese toro de la merendola, el jinete se ganó a los tendidos con un par de cortas a dos manos, que fue un verdadero primor. Terminó con un rejón trasero, del que el cuatreño tardó en doblar, tras protagonizar una agonía de bravo en el centro del anillo. Máximos trofeos para el caballero estellés, en otro alarde de protagonismo del palco.

La tarde ya había alcanzado un excelente tono. Se habían cortado nada menos que cuatro orejas y dos rabos, cantidad de trofeos que es muy raro ver una plaza y que aseguraban las salidas a hombros de los dos toreros navarros.

Francisco Marco sufrió una aparatosa cogida del quinto. Fotografía: Miguel Monreal.

Sin embargo, todo el panorama festivo cambió con la salida del quinto. Marco se fue a recibirlo a portagayola, pese a que ya se había asegurado la puerta grande. Salió el toro y el diestro, de rodillas, tuvo que lanzarse como en plancha para no ser alcanzado. Su valentía le costó la luxación del hombro izquierdo. Tuvo que retirarse a la enfermería, donde se encontró a Sánchez, que estaba siendo curado de una cornada de cuatro centímetros propinada por el tercero. En ese momento, no había diestros de a pie, por lo que todo el peso del resto de la corrida recaía en el sobresaliente, conocido como Chapurra. Éste vio la situación y no quiso saber nada. Todo le venía muy grande. Por fortuna, al poco tiempo regresó al callejón el mexicano y, momentos después, Marco, sin chaquetilla, dispuesto a poderle a ese castaño cargado de kilos. Le habían ofrecido calmantes pero los rechazó pues sólo le preocupaba la lidia de ese quinto toro. Con el brazo izquierdo colgando, Marco volvió a lucirse con la diestra e incluso con un par de naturales que prologaron una espeluznante voltereta. Su hombro izquierdo había vuelto a salirse. Pese a las recomendaciones y visiblemente mareado, se negó a abandonar el ruedo. Se dispuso a acabar con el toro y lo hizo de un estoconazo. Pese a las dudas del palco, su cuadrilla paseó los máximos trofeos en triunfal vuelta al ruedo. Marco había regresado a la enfermería. Ya nadie podía dudar de él, de su pundonor y de la calidad de su toreo.

Derechazo de Juan Pablo Sánchez, que también triunfó en Estella. Fotografía: Miguel Monreal.

Cerró la tarde Sánchez, que padecía un puntazo, con una faena basada en la diestra ante un toro noble al principio y que cambió a peor para no dejar de mirar la taleguilla del de Aguascalientes. No le importó al mexicano, que siguió jugándosela en muy corta distancia ante un toro que ya le había avisado, lo que hizo barruntar una nueva cogida, que por fortuna no llegó. Mató de una estocada hasta la bola y el calamitoso presidente le concedió las dos orejas, sin saber muy bien por qué, sin conocer que se las había ganado a pulso dentro de un festejo triunfalista que el propio palco había ido creando.

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