En Pamplona toreó ocho años, hizo 20 paseíllos –el último en 1939 como rejoneador-, estoqueó treinta y seis toros, y cortó siete orejas.
A punto de cumplir 70 años -apenas faltaba una semana para celebrarlo-, Juan Belmonte, el Pasmo de Triana, el protagonista junto al llorado Joselito de la Edad de Oro del Toreo, se suicidaba en su finca, en el cortijo Gómez Cardeña, poniendo fin a una de las vidas más legendarias del pasado siglo. La noticia saltó tal día como hoy, un 8 de abril, pero de 1962.
Juan Belmonte, el inventor del toreo moderno, acababa con su vida de un tiro en su finca sevillana de Gómez Cardeña. El mundo taurino, conmocionado, quiso tributarle su último homenaje al genial diestro. Así lo contó en aquel momento el semanario taurino El Ruedo: “Juan Belmonte ha pasado, por última vez, a hombros de la afición por las calles de Sevilla, camino del descanso definitivo (…) Pocos hombres extraordinarios llevaron como Belmonte, con sencillez absoluta, una gloria de la que él tenía conciencia plena y exacta (…) La multitud reclamó el cuerpo del artista adorado como en las tardes cálidas de sus triunfos y lo llevó, como preciosa carga, a lo largo de un itinerario de varios kilómetros que la propia multitud trazó, con instinto -con los planes del corazón- bien certero”. “Pocos hombres grandes -prosigue el texto- han sido enterrados con menos carácter oficial y público. Su entierro ha sido popular, que es bien distinto. Popular en la presencia y en la esencia, en el gesto y en el corazón (…) Algo más que un hombre y un torero se nos iba. Se iba para siempre la Edad de Oro de la Fiesta, la plenitud ya perdida que Belmonte encarnó con José y Rafael, que también dieron su último paseo a hombros de la afición, en primavera, cuando sangran -formidable símbolo- los geranios y los claveles”.
Esta fotografía, tomada el 1 de abril de 1962 antes de una corrida de toros en El Puerto de Santa María, puede que fuera la última que se le hiciera al genial trianero.