Francisco Marco, Eduardo Gallo y Morenito de Aranda rubricaron una buena actuación con nobles toros de Los Recitales.
Ganado: Seis toros de Los Recitales, bien presentados, aunque desiguales, nobles en conjunto, y de juego dispar: justos de fuerza los dos primeros, con transmisión tercero y sexto, aplaudidos en el arrastre, bondadoso el quinto y complicado y deslucido el cuarto.
Francisco Marco: oreja y saludos desde el tercio tras petición.
Eduardo Gallo: silencio y oreja.
Morenito de Aranda: saludos desde el tercio y oreja.
Presidencia: A cargo de Javier Igea Marín, asesorado por Jesús María de Andrés y Bartolomé Cobo, sólo regular por conceder una oreja del primero y, con similar petición, negarla del cuarto, e impedir así una salida por la puerta grande.
Incidencias: Algo más de un tercio de plaza. Tarde nublada y calurosa, amenazando tormenta. Morenito hizo el paseíllo desmonterado. Yolanda Barcina y Lourdes Goicoechea, presidenta y vicepresidenta del Gobierno de Navarra, respectivamente, presenciaron el festejo desde un palco. Muy buen ambiente en toda la plaza.
Entretenida resultó ayer la corrida de toros en el coso cirbonero, por el juego de la materia y por la buena disposición de los diestros. Si éstos llegan a estar más afinados con los aceros, se habrían cortado más trofeos. Y si la presidencia hubiese sido más ecuánime con las peticiones, Marco habría salido a hombros con toda justicia. Pero no fue así y la puerta grande cirbonera permaneció cerrada.
Como ya se ha comentado, quien más cerca estuvo de abrirla fue Francisco Marco, que no tuvo demasiada suerte en el sorteo, como casi siempre, y le correspondió el garbanzo negro del encierro, el cuarto, que ya avisó en el segundo tercio, cuando cortó mucho el viaje y cogió al subalterno navarro Pablo Simón al intentar clavar el tercer par. Momentos antes, el diestro estellés se había lucido en un quite por delantales. Ya con la muleta, se encontró con un toro deslucido, de cambiante embestida, que echaba la cara arriba y tiraba tarascadas; es decir, un ejemplar complicado que fue superado por el espada. Marco estuvo por encima de él en una faena más torera, recia, que adornada. Terminó con un pinchazo y media estocada, la petición fue a más pero el palco, vaya usted a saber por qué, dijo que nones.
Para entonces, Marco había conseguido una oreja frente al que había abierto plaza, un cuatreño burraco tan noble como escaso de energías. Realizó una faena cimentada en la diestra, templadísima, con muletazos a cámara lenta pero sin poder bajar la mano lo deseado por la citada condición del toro. Tras unos invertidos y otros ayudados, mató de una entera pelín desprendida y paseó el primer trofeo del festejo.
Y si regresamos al sorteo, el más afortunado fue, sin duda, Morenito de Aranda, que se encontró con dos toros nobles y repetidores, que embistieron con clase y transmitieron. Sin intentarlo al natural, ejecutó toda la faena al tercero con la diestra, con dos series iniciales muy buenas, de muletazos largos, templados y mandones. Luego el toro perdió gas, fue a menos y el trasteo, también. El fallo con el descabello le alejó del posible trofeo.
Al sexto, noble y codicioso, lo toreó con mucha firmeza por ambos pitones; dibujó muletazos largos, de buen trazo, dándole distancia al toro y, en ocasiones citando de largo. Unos estatuarios, dieron paso a una casi entera y a una justa oreja.
Gallo hizo todo lo que pudo ante su primero; es decir, lo mimó para que el débil ejemplar se mantuviera en pie. Y disfrutó frente al quinto, noble, justito de fuerza, dócil, repetidor y obediente, el más toreable por su bondad.