Ni convenció el encierro de Zahariche ni la terna de espadas, que se fue de vacío
Ficha técnica
Ganado Seis toros de Miura, bien presentados aunque desiguales, con kilos, playeros en general y de muy escaso juego mansos descastados unos, complicados otros y alguno con cierto sentido.
Diestros.
Juan José Padilla: silencio y saludos desde los medios tras petición de oreja y aviso.
Rafaelillo: silencio tras aviso en ambos.
Serafín Marín: silencio en ambos.
Presidencia. A cargo de Javier Leoz, asesorado por Javier Eguíluz y Fernando Moreno, cumplió bien su cometido y mostró criterio al no ceder a la petición de una oreja del cuarto.
Incidencias. Lleno. Tarde agradable de nubes y claros. Por primera vez en la feria, se encendió la iluminación eléctrica, durante la lidia del sexto.
Tras la miurada de ayer, la polémica está servida. «Esta ganadería se ha ganado un merecido descanso», sentenciarán unos. «Los miuras no pueden faltar en Pamplona», replicarán otros.
Lo cierto es que la corrida de ayer decepcionó a todos, a defensores y detractores. Fue una mansada soporífera. Ninguno de los toros que salió al ruedo fue ni el miura noble, toreable ni el peligroso, propio también de esta vacada, aunque alguno desarrolló cierto sentido.
El encierro de Miura, en definitiva sólo tuvo kilos, muchos, y alguno, como el primero, el llamado Macareno, pese a que la tablilla marcase el número 695, pasó ampliamente de los 700 kilos.
Pero es que ese «7» sigue siendo un número vetado en la capital navarra, por la empresa o las autoridades, o por ambas partes implicadas.
Fueron, en definitiva, seis toros tan pesados como el festejo.
La tarde no fue, desde luego, de las de hacer afición. Todo lo contrario. Resultó cercana al sopor y acabó sumergida en la decepción.
Por buscar un detalle positivo y en honor a la verdad es que hubo algún toro, como el segundo, que cumplió sobradamente en varas. Escogido empujó con fijeza en una primera vara larga y dura, y acabó durmiéndose en el peto. En la segunda, se arrancó con cierta alegría aunque luego sólo se marcó la puya.
Respecto a la mano de obra, poco que decir porque el toreo brilló por su ausencia. Padilla se lució en banderillas frente a los dos de su lote, pero no logró levantar al público de sus asientos, como en anteriores ferias. Frente a su primero, que no humilló, como el resto del encierro, se justificó o lo intentó por ambos pitones. El público quería premiarle y prueba de ello es que algunos pidieron una oreja del cuarto para él, tras una estocada entera, pelín trasera, y una faena que nunca tuvo consistencia. Cierto es que tiró a matar por derecho pero… sólo con eso no vale.