LOS DOLORES AGUIRRE DEVUELVEN EL INTERÉS A LA FERIA DE TAFALLA

Derechazo de Marco al cuarto de la tarde. Fotografía: Miguel Monreal.

Derechazo de Marco al cuarto de la tarde. Fotografía: Miguel Monreal.

Paulita cortó una oreja de cada uno de su lote, el mejor de la tarde, y salió a hombros.

Ganado: Seis toros de Dolores Aguirre, bien presentados, cuajados, con fuerza y de juego dispar, desde el peligroso primero hasta el encastado quinto, que fue premiado con la vuelta al ruedo; el segundo fue aplaudido en el arrastre.

Diestros: Francisco Marco (oreja y saludos desde el tercio), Paulita (oreja tras aviso en ambos) y Esaú Fernández (silencio tras aviso y silencio).

Presidencia: A cargo de Ángel Solchaga, asesorado por Antonio Puig Ayestarán y Ángel Gómez, cumplió correctamente su cometido en una tarde que no fue fácil.

Incidencias: Menos de tres cuartos de plaza. Tarde soleada y algo fresca, con molestas rachas de viento. Paulita y Fernández hicieron el paseíllo desmonterados. El subalterno Pablo Simón, por segundo día consecutivo, saludó montera en mano tras banderillear al cuarto, y lo mismo hicieron Manolo de los Reyes y Carlos Casanova después de parear al quinto de la tarde.

Concluida la segunda de Tafalla, se puede afirmar que los toros de Aguirre dejaron mucho trabajo pendiente para el costurero, ya que muchos capotes y muletas quedaron rasgados y rotos como consecuencia de las astas de los ejemplares sevillanos.

Por fortuna, todo quedó en engaños deshechos; no hubo que lamentar desgracia, percance alguno entre las filas de los que se vistieron de luces. Y es que la corrida a nombre de la fallecida ganadera vasca tuvo mucho que torear y exigió mucho esfuerzo entre los toreros de pie y de a caballo.

Toros serios, cuajados, con fuerza, que ofrecieron un juego variado, en mejor o peor escala, comportamiento que siempre mantuvo el interés de los espectadores. Los mejores resultaron el enrazado segundo y el encastado quinto. ¿Fue justa la póstuma vuelta al ruedo que se le dio? Si quitamos lo que manseó de salida y que salió suelto de la suertes y a su aire, sí, porque después cumplió sobrado en el caballo y repitió encastado en la muleta.

A este toro, Paulita le ejecutó una faena por ambos pitones, en series de tres muletazos y el de pecho, cuando el toro pedía más aguante. El zaragozano no convenció del toro porque a muchos de sus muletazos les faltó limpieza y porque, además, sufrió dos o tres desarmes. En cualquier caso, tras un pinchazo, terminó con una estocada y paseó el trofeo que le hacía falta para salir a hombros.

La otra ya la había conseguido del segundo, un toro importante, que embistió con todo, incluso con cierta brusquedad, por ambos lados. La faena de Paulita consistió en cinco firmes tandas de derechazos, bien rematadas con el de pecho, y una de naturales, que fueron a mejor. Mató de un pinchazo hondo en buen sitio, que terminó sirviendo. En este toro, se le vio más mandón, menos precipitado que en el quinto.

Hasta aquí, la suerte, la cara de la moneda. La cruz fue para Francisco Marco. El que abrió plaza fue un peligroso regalito ante el que no sólo dio la cara sino que se la jugó abiertamente. Le dio la única lidia posible y lo mató de una estocada. Justa oreja.

El cuarto derribó al picador y arrolló al espada estellés. Seguidamente, recibió duro castigo. Quizá, debido a ello, algo le pasó en el último tercio, ya que tras tumbarse, no echarse, en la arena, pareció derrengado, como enfermo, y al diestro navarro no le quedó otra opción que matarlo cuanto antes, algo que hizo de manera más que digna. Pero se le cerró así toda posibilidad de triunfo grande.

Por último, Esaú Fernández pasó el mal trago, que no fue poco. A su primero, que tragó los muletazos sin clase ni transmisión alguna, le realizó una faena de altibajos, con cortos derechazos que tampoco convencieron. Y le cambió el color de la cara cuando salió el sexto, un cinqueño con dos puñales que había estado el mes pasado en los corrales de Pamplona. El señor toro se hizo el dueño del ruedo en banderillas y, en el último tercio, se rajó a las primeras de cambio y se sintió a gusto en terrenos de toriles. El diestro sevillano respiró cuando ese Carafea dobló.

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