HERMOSO DE MENDOZA ARROLLA CON CUATRO OREJAS Y UN RABO EN SU DEBUT EN BOGOTÁ

El caballero navarro triunfó ante 14.000 personas, un lleno de “no hay billetes”, lo que sólo había conseguido José Tomás

En la plaza de Santamaría no se cortaba un rabo desde 1956, año en el que lo logró el diestro Dámaso Gómez, máximo trofeo que nunca había cortado un rejoneador

Pablo Hermoso de Mendoza consiguió el domingo pasado un doble triunfo en su debut en la plaza de toros Santamaría de Santa Fe de Bogotá. Desde su llegada, cinco días antes, a la capital colombiana había levantado gran expectación en los medios de comunicación, expectación que se plasmó en las taquillas. Se vendieron las 14.000 entradas del aforo, se colgó el cartel de “no hay billetes”, algo que sólo había sucedido con José Tomás. Nadie quería perderse el festejo nocturno e incluso se desplazaron a Bogotá aficionados americanos de Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica y Venezuela.

El primer triunfo estaba consumado. Quedaba pendiente el segundo, el del ruedo, y lo rubricó también. El torero estellés hizo el paseíllo con Luis Bolívar (oreja y vuelta) y Cayetano (silencio y palmas). Esta terna lidió un encierro de seis toros de Ernesto Gutiérrez, bien presentados y de buen juego en general, con un sexto premiado con la vuelta al ruedo, precisamente el que permitió el máximo triunfo del navarro.

Hermoso debutó en la capital colombiana frente a Marinero, tercero del festejo, un ejemplar marcado con el guarismo 59, de 484 kilos, un toro que salió manseando y sin emplearse, muy reservón ante Curro, que no cambió con los rejones de castigo. Ante tal situación, el jinete apostó por Chenel y la montura castaña tropezó con un enemigo exigente que apenas le permitió lucir su torería aunque sí mostrar su técnica y su valor. Chenel dio paso a Ícaro, que tampoco pudo desarrollar la plenitud de su toreo, porque el toro esperaba y esperaba, y, cuando sentía la presa, arrollaba. Ícaro colocó dos banderillas, siempre mirando de frente al toro pero sin poderse lucir al cien por cien. En el último tercio, ya sobre Pirata, el maestro colocó dos banderillas y dejó un rejonazo casi entero del que toro dobló sin puntilla. Unánime petición de dos orejas, y concesión de estos trofeos, premio que compensaba el enorme esfuerzo realizado.

Para la historia

Pese a que tenía la puerta grande asegurada, el maestro navarro salió a por más frente al que cerró plaza, llamado Cleofé, número 15 y de 522 kilos, alto, con cuajo y con una embestida muy santacolomeña. fue un buen toro pero exigente, nada fácil, algo que comprobó el estellés de salida sobre Saramago, joven caballo que desarrolló mucho temple en dos rejones de castigo. Tras ellos, Hermoso comprobó que el toro iba a tener mucha transmisión. No se equivocó. Volvió a sacar a Chenel y el veterano caballo logró que el público disfrutase con su toreo. Ceñidos galopes de costado, rematados en tres ocasiones por los adentros, pusieron en pie a los aficionados, que despidieron al castaño con una cálida ovación. Seguidamente, con Pata Negra, pisó unos terrenos más que comprometidos y sus piruetas volvieron a poner los tendidos al rojo vivo. Ya en el último tercio, con Pirata, y siempre con el toro en los medios, clavó tres cortas asomándose a los pitones y un par de cortas a dos manos en todo lo alto que provocaron el delirio. “¡Torero, torero!” gritaban las 14.000 almas. El navarro se dirigió a los medios a matar al toro y el público pidió que no lo hiciese, que siguiese toreando. Pero el palco le ordenó que había llegado el momento de la suerte suprema.

Hermoso mató de un espectacular rejonazo en todo lo alto que desató la locura colectiva y que incluso hizo que un primer pinchazo alto pasase desapercibido. El tendido se llenó de pañuelos, de gritos, de euforia y fue una explosión de júbilo cuando la presidencia sacó los tres pañuelos concediendo el rabo del toro, algo que no sucedía desde 1956, cuando lo logró Dámaso Gómez, y que no había conseguido ningún torero a caballo, ningún rejoneador.

Hermoso de Mendoza había vuelto a hacer historia. Al toro le dieron la vuelta al ruedo. El navarro paseó los máximos trofeos en un ruedo lleno de reporteros gráficos que los propios alguacilillos trataban de despejar, sin conseguirlo, y que le acompañaron hasta que fue elevado a hombros, con el público todavía quieto en sus asientos. Nadie quiso perderse este momento histórico en una tarde inolvidable en la plaza Santamaría de Santa Fe de Bogotá.

“Se me puso la carné de gallina con esos olés”

“Aún no salgo de la emoción, estoy como en la nebulosa, nunca creí tener un debut tan afortunado en esta plaza a la que tanto deseo tenía de venir, desde hace diez años cuando vine a Cali y Manizales”, declaró el navarro a Mundotoro tras acabar el festejo.

“Toda la semana estuve muy nervioso, pero consciente de la responsabilidad. Me habían hablado mucho de esta afición y veo que se han quedado cortos. Es extraordinaria, sensible y conocedora del rejoneo. Se me puso la carne de gallina con esos olés que me daban cuando toreé con Chenel”, reconoció el estellés.

Respecto a los toros, explicó que habían sido diferentes. “Al primero le aguanté mucho, pues era un poco tardo, pero cuando arrancaba lo hacía con mucha fuerza, y al segundo lo fui templando hasta conseguir que se entregara. Chenel estuvo extraordinario y me sentí feliz con Pata Negra que estuvo de maravilla y muy valiente, la vez que mejor ha estado después de la cornada de Madrid que por poco le cuesta la vida”.

Hermoso de Mendoza volverá a torear en la capital colombiana el próximo domingo, día en el que se espera otro “no hay billetes”. “Sólo le pido a Dios que sirvan los toros, y que pueda volver a mostrar lo mejor de mi toreo a esta afición maravillosa, que se merece todo”, concluyó el maestro del rejoneo.

KOLDO LARREA.

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