Intervinieron también los matadores de toros Alberto Álvarez e Iván Abasolo, y tres alumnos de la escuela de El Juli
Bajo unas buenas condiciones climáticas –temperatura suave y ni una ráfaga de viento-, el novillero pamplonés Francisco Expósito y los matadores de toros Alberto Álvarez e Iván Abasolo tentaron recientemente en Cintruénigo cinco serias vacas, de cuatro años, de Alfredo Íñiguez, ganadero de Arguedas. Además, tres alumnos de la escuela de El Juli – el segoviano Pablo Atienza, el nimeño Adrian Salenc y el madrileño Nacho Torres- probaron la bravura de dos eralas del mismo hierro.
Todos ellos estuvieron auxiliados por los subalternos navarros Juan Carlos Ruiz y Pablo Simón, y por el riojano Carlos Donaire. La suerte de varas corrió a cargo del picador tudelano Juan Manuel Sangüesa, que solventó con profesionalidad su labor y que tuvo mucho trabajo, pues las vacas se emplearon a fondo en el peto y, por ejemplo, la cuarta permaneció con mucha fijeza diez minutos en el caballo y, si no estuvo más tiempo entregada, fue porque se le sacó del peto coleándola.
Al novillero pamplonés le correspondió la tercera, un ejemplar que imponía por su presencia y que tomó tres puyazos en toda regla. En la muleta, se dejó hacer, se paraba entre tanda y tanda, y dejaba pensar al torero. Expósito, tras un par de series de naturales, la aprovechó más por el pitón derecho, por el que se sintió a gusto toreando en cinco tandas de muletazos de fino corte. Buena actuación del navarro, pese a las pocas oportunidades de que dispone.
Abrió el tentadero el aragonés Álvarez, que fue el más afortunado en el sorteo. Si buena fue la primera, la cuarta resultó extraordinaria; brava en el caballo en tres puyazos arrancándose de largo, en la muleta atesoró mucha calidad, lo que permitió al diestro torearla con gran temple por ambos pitones en un trasteo muy largo, de más de cien muletazos.
Por el contrario, al vizcaíno Abasolo le correspondió el lote más exigente por complicado, ante el sólo pudo pelearse, dejando a un lado el lucimiento.
Finalmente, bajo la atenta mirada del maestro José María Plaza, los tres becerristas citados de la escuela de El Juli mostraron muy buenas maneras ante dos eralas que tuvieron asimismo calidad, sobre todo la primera de ellas. Terminado el tentadero fue el propio Julián López, padre del afamado matador de toros, quien felicitó al ganadero, a Alfredo Íñiguez, por la importancia que habían tenido las reses tentadas.