Dos de los tres diestros, Iván Fandiño y David Mora, abrieron la puerta grande. El encierro salmantino de El Pilar sólo tuvo nobleza; careció de casta, fuerza y motor, y, por tanto, de emoción.
Ganado: Cuatro toros de El Pilar y dos, segundo y sexto, con el hierro de Moisés Fraile, correctamente presentados aunque bastante desiguales, alguno terciado, mimados en varas, nobles todos pero carentes de casta, fuerza y motor.
Matías Tejela: silencio en ambos.
Iván Fandiño: oreja en ambos. Salió a hombros.
David Mora: oreja en ambos. Salió a hombros.
Presidencia: A cargo de Aritz Romeo, asesorado por Javier Eguíluz y Josetxo Gimeno, regular tirando a mal por condescendiente, tirando a festivalera, en la concesión de los dos primeros trofeos, ante dos peticiones sin fuerza, y regalar así dos puertas grandes.
Incidencias: Lleno aparente. Tarde agradable de nubes y claros. El picador Mario Herrero fue derribado por el tercero de la tarde y atendido en la enfermería de una contusión toracolumbar y sacra, de pronóstico leve.
Las tres mujeres que tenía encima, de mi localidad se entiende, no pararon en toda la corrida. “Sí, ahí está. Sí, mujer, ahí abajo. ¿No ves?” Una y otra vez. Tuve que oír tantas veces el nombre que al final no sé si decían “Obregón”, en referencia a la bióloga actriz-reina de la farándula, o “Borregón”, por el toro que deambulaba noblemente por el ruedo.
En fin, es que eso fue lo que se vio ayer en el ruedo pamplonés en forma de materia prima. Seis toros, a cual más noble, pero en una línea sosa, de embestida facilona y aborregada, carentes de fuerza, de casta, de motor. Dicho de otra forma, toros de triunfo para los toreros, para cortarles orejas a tutiplén; toros de los que aburren a los aficionados, que reclaman un toro que ofrezca emoción en el ruedo, característica que ayer brilló por su ausencia.
Y si a esto añadimos la actitud condescendiente del palco presidencial, que concedió las dos primeras orejas con peticiones minoritarias, carentes de fuerza, obtenemos la receta de una tarde triunfalista, en la que suelen triunfar los toreros y los toros pasan a segundo plano. Dicho de otro modo, gracias al palco y visto lo de ayer, la feria no fue la del toro sino la del torero. Y esto en Pamplona no tiene ningún sentido, y menos taurino, término que procede de toro, no de torero.
En cualquier caso, la tarde de ayer pasará a la historia como la de la puerta grande para dos de los tres toreros, para dos de los más interesantes espadas del momento; la tarde de la primera salida a hombros en Pamplona de Fandiño y de Mora, que la buscaron y la consiguieron.
Los mejores argumentos artísticos los mostró el diestro vizcaíno frente al quinto, un toro que en varas no sangró ni para un análisis. Sin embargo, en los primeros episodios de la faena galopó, humilló y repitió con cierta clase. Fue cuando Fandiño comenzó su faena en el centro del anillo con un vibrante cambiado por detrás y siguió por derechazos, que desprendieron firmeza y hasta elegancia. Pero en la segunda fase del trasteo, el toro fue muy a menos, y la gran virtud de Fandiño, que es un torerazo, residió en mantener el interés, cuidando al agotado Mirabajo -ya no podía mirar a otro sitio- con unos naturales a media altura y unas manoletinas, todo hacia arriba, cuidando al máximo la materia prima. El diestro de Orduña se atracó de toro y dejó una estocada muy trasera (dicen que hasta el rabo todo es toro), defecto que no importó al público a la hora de pedir un trofeo.
A su primero, de nobleza tontorrona, lo toreó por ambos pitones, a gusto, en una faena de escasos vuelos por la condición del toro, de muy justitas fuerzas. Lo mató de un estoconazo, que impresionó a los tendidos y, al parecer, también al palco.
De similar condición fue el primero que le correspondió a Mora y parecida la faena, muy estética, por derechazos y naturales, concluida con una estocada pelín desprendida. Nueva petición sin fuerza y nueva oreja.
Frente al sexto, persistió y persistió en busca de un triunfo grande que finalmente consiguió gracias a las ganas de premiar que tenía el público y de ganarse a la solanera en sus terrenos. Se inventó una faena sin toro, y al final era su muleta la que pasaba, no el astado, como suele ser habitual, como es lo normal.
Por último, Tejela puso ganas pero poco más. Su primero se lesionó la mano derecha y no hubo nada que hacer. Ante el cuarto, sólo una tanda de derechazos tuvo suavidad y temple. Demasiado poco para unirse al triunfalismo.