BRUNO MTEZ. CONOCIÓ EN SANGÜESA LAS DOS CARAS DE LA MONEDA

Momento en que el sexto, ‘Alondro’, cornea a Bruno Martínez.

El novillero pamplonés cortó tres orejas y sufrió una cornada de siete centímetros en el muslo derecho.

Ganado: Seis erales salmantinos de Emilio Galán Trilla, nobles, encastados y colaboradores, salvo el quinto, un manso con genio.

Novilleros: Pablo Polo (silencio tras aviso y silencio), Luis Rivero (saludos tras aviso y saludos tras dos avisos) y Bruno Martínez (oreja y dos orejas).

Presidencia: A cargo de Miguel Pérez de Larraya, asesorado por José Ignacio Lacosta y por el veterinario Andrés Pemán, cumplió correctamente su cometido.

Incidencias: Un tercio de plaza. Tarde calurosa. Jornada de Exaltación de la Pocha. Martínez no pudo salir a hombros porque sufrió una cornada de siete centímetros en el muslo derecho, que rozó la femoral; tras pasar por la enfermería, fue  trasladado al Hospital Universitario de Navarra.

Bruno Martínez, que ya había estado bien con su primer eral, cuajó al novillo por verónicas y se lo brindó a Juan Carlos Ruiz. Bajo los acordes del ‘Puerta Grande’, que ya sonaba antes del primer muletazo, comenzó a torear en redondo con una resolución impropia de quien lleva pocos festejos toreados, pero con una convicción que llegaba con facilidad a los tendidos.

Fue una buena faena, de las que van de menos a más: al echarse la mano a la izquierda surgió un toreo con pellizco que volcó definitivamente el público a su favor. Las últimas tandas tuvieron un empaque especial de regusto por parte del novillero pamplonés, que supo extraer del novillo mucha más nobleza que problemas.

Se perfiló a matar a Alondro, número 6, cuando el eral ya había pedido la muerte, se volcó sobre el morrillo de animal y, pese a cobrar la estocada, se llevó la cornada de su bautismo de sangre. La cuadrilla le llevó las orejas a la enfermería, no pudo disfrutar de la salida por la puerta grande.

Hasta saltar el quinto, el festejo había transcurrido con menos incidentes. Pablo Polo se atascó con los hierros de matar, tras sendas faenas lineales que aunaron voluntad con poco enganche con la grada.

Y Luis Rivero, más contundente en quites, banderillas y muleta, también hizo de pinchaúvas en el segundo. Al saltar el quinto, un manso aquerenciado, hubo revuelo de cuadrillas y alguna deserción. El novillero segoviano mantuvo la calma y realizó una faena de valor y mérito frente a un novillo que quería dar un disgusto.

Información y fotografía, de Pascal Lizarraga, publicadas en diariodenavarra.es

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