Concluida la Feria del Toro, la sensación que queda es que ha sido un ciclo que ha mantenido el interés por toros y toreros; y, aunque las comparaciones sean odiosas, mucho mejor en todos los sentidos que la del año pasado y que las de Sevilla y Madrid. Ahora bien, no tiremos cohetes y no pequemos de chauvisnimo.
Cierto es que se han podido presenciar toros muy bien presentados y de buen juego, incluso con calidad, pero no lo es menos que la Feria del Toro ha sido más corta, pues se puede afirmar que terminó el 12 de julio, ya que las dos últimas corridas, por anovilladas, resultaron indignas del prestigio de la feria pamplonesa.
Por otro lado, y esto es más que preocupante, las fuerzas de los toros han estado, en conjunto, más que justas. Prueba de ello es que la suerte varas, en conjunto, ha sido pura pantomima: picotazos, sólo marcar… El Taurino de Pamplona ha dejado desierto el premio a la mejor vara. No podía ser de otra manera, porque los puyazos han sido contados y generalmente puestos en mal sitio. Sirva como ejemplo también lo ocurrido el último día, en el quinto ¿toro?; el Juli estaba pidiendo el cambio de tercio ya antes de que el toro se arrancase al caballo. Tan triste como cierto. En fin…
Vayamos con las cifras. En esas ocho corridas de toros –dejémoslo así para facilitar la comprensión-, se han cortado diecisiete orejas, seis más que el año pasado, cuatro más que en 2010, dos más que en 2009 y media docena más que en 2008. En todas ellas, se concedió algún trofeo; es decir, no hubo ninguna tarde que se saldase sin la concesión de orejas. Asimismo, de esas 17, las hubo de regalo y también de escaso valor. Por otro lado, se negaron al menos tres con peticiones mayoritarias; concretamente, a Francisco Marco, a Sebastian Castella y a El Juli.
Y todo ello referido exclusivamente a la Feria del Toro, sin contar el festejo de rejones, en el que las veinte mil personas que lo presenciaron se divirtieron de lo lindo. Con las cinco orejas cobradas por Hermoso de Mendoza, Armendáriz y Galán, el total se eleva a 22 trofeos. Y con los cuatro de la novillada inaugural, el abono sanferminero se cierra con la concesión de 26 trofeos en diez tardes, con una media de 2,6 por festejo taurino, lo que refleja el triunfalismo vivido y la generosidad de un público, poco docto en materia taurina, que aplaude casi todo y todo lo quiere premiar.
De los sesenta ejemplares lidiados, treinta y seis fueron arrastrados con sus dos orejas. Debieron ser menos, pero hubo fallos con los aceros y monteras por debajo de la materia prima; dos factores que impidieron que se cortasen más trofeos.
Retomando la Feria del Toro, no hubo faena alguna premiada con las dos orejas del cuatreño o cinqueño. Ni tampoco merecedora de ese doble trofeo. Sin embargo, sí hubo cuatro salidas a hombros, dos de ellas, las de Mora y Fandiño, impulsadas por el palco, que les regaló las orejas de sus respectivos primeros toros, pese a una peticiones sin fuerza y minoritarias; la tercera, la de Jiménez Fortes, regalada por el público, pues su estocada al sexto hizo guardia, factor determinante para no pedir trofeo alguno; y la cuarta, la de Padilla, el último día; la segunda oreja que paseó la logró sin dar un muletazo de verdad, pues el toro, rozando la invalidez no embistió, apenas se podía mover por su alarmante falta de fuerza.
Rozaron la puerta grande Francisco Marco, al que el palco le negó una oreja, con la que habría salido a hombros, y El Juli, que cortó una oreja el día 12 y tuvo petición de la segunda; el diestro madrileño, poco pudo hacer dos días de después porque no tuvo toros.
En cualquier caso, todos ellos dejaron buen imagen, al igual que Javier Castaño, el debutante Nazaré, El Fundi, que mereció una despedida más cálida, Rubén Pinar, Joselillo y Talavante, aunque se esperaba más de él. Salvaron los trastos El Fandi, Perera, Gallo, Rafaelillo y Robleño. Y cotizaron a la baja César Jiménez, Matías Tejela y Antonio Ferrera, en una feria que, gracias al público, superó la negra sombra de la crisis.