ARMENDÁRIZ Y EL CAPEA, A HOMBROS EN LA CORRIDA MIXTA DE FITERO

El Capea y Armendáriz saeln a hombros. Fotografía: Mariano Pascal.

El Capea y Armendáriz saeln a hombros. Fotografía: Mariano Pascal.

Rejoneador y matador de toros cortaron una oreja de cada uno de su lote.

Ganado: Un utrero de José Manuel Sánchez y otro de Castillejo de Huebra despuntados para rejones, dos toros de la ganadería de Sobral y un utrero de José Manuel Sánchez y otro de Castillejo de Huebra para su lidia a pie, de juego dispar.

Roberto Armendáriz: oreja en ambos. Salió a hombros.

Pedro Gutiérrez “El Capea”: oreja en ambos. Salió a hombros.

Javier Marín: silencio tras dos avisos y silencio tras tres avisos.

Presidencia: A cargo de Ángel Vergara, asesorado por Jesús María de Andrés yDaniel Baeza, Fue protestada por parte del público tras conceder una oreja del cuarto toro.

Incidencias: Dos tercios de entrada. Tarde soleada y agradable, con molesto viento. Actuaron como sobresalientes el matador Sergio Blasco y el novillero Francisco Expósito. Javier Marín pasó por la enfermería en el cuarto toro para ser tratado por una inflamación en el pie derecho. El sexto fue devuelto a los corrales tras sonar los tres avisos.

El guión de una corrida de toros nunca puede estar escrito por adelantado. Si además el festejo es mixto, la incertidumbre supera cualquier previsión. Sólo se sabe a qué hora comienza el paseíllo. Los carteles anunciaban a un rejoneador de alternativa, un matador de toros y un novillero. En los chiqueros reses de dos edades y tres ganaderías distintas. El resultado fue tan dispar como el planteamiento: el rejoneador y el matador salían a hombros mientras que el novillero lo hacía desencajado por la puerta de cuadrillas.

Ellos habían triunfado, a él le habían echado un toro al corral. La amargura de Marín, camino del coche de cuadrillas, era un cuadro escénico. Su cara decía más sobre las consecuencias de la tarde que cualquier foto de puerta grande. Aunque el público le daba ánimos, el chaval de Cintruénigo quería que se lo tragase la tierra. Era un fracaso de difícil digestión.

No fueron esos los únicos ingredientes del festejo. Los momentos más vibrantes fueron protagonizados en el cuarto toro por Roberto Armendáriz a lomos de Delirio frente a un utrero de Castillejo de Huebra. Toreo a dos pistas, piruetas, pasadas por los adentros e incluso algún susto al apretar el toro la montura contra la barrera. Tan caliente estaba el ambiente que al sacar a Cristal para colocar banderillas cortas y el rejón de muerte, parecía que el éxito iba a ser clamoroso. Pero al clavar la hoja de peral, Armendáriz descordó al toro y la reacción del público fue protestar la oreja concedida por la presidencia. Al primero, un toro parado de José Manuel Sánchez, le había cortado otra.

El Capea tuvo dos nobles toros de la ganadería de Sobral a su disposición. El primero, un berrendo en colorado con las fuerzas justas que embistió muchas veces pero con poca codicia. El segundo, un colorado repetidor con el que Pedro Gutiérrez expuso su tauromaquia de derechazos, naturales, pases de trinchera, molinetes y manoletinas. Algún natural tuvo su enjundia y el resto resultó carne de olvido.

Marín levantaría la tarde con unas vibrantes verónicas de recibo al sexto, firmaría tablas con la muleta, para naufragar más tarde con la espada. Sonaron los tres avisos y el novillo volvió al corral.

Información de Mariano Pascal para Diario de Navarra.

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