AQUELLAS BRAVAS GANADERÍAS NAVARRAS DE ANTAÑO…

El editor Saturnino Napal y el autor Juan José Lacosta durante la presentación del libro.

El editor Saturnino Napal y el autor Juan José Lacosta durante la presentación del libro.

Juan José Lacosta Gabari presentó en el Nuevo Casino su libro sobre la historia de las vacadas bravas de Gabari y Esparza.

El navarro Juan José Lacosta, maestro jubilado, presentó el jueves pasado en el Nuevo Casino Principal de Pamplona su ópera prima, el libro titulado “Historia de dos ganaderías bravas navarras: Gabari (Murillo el Fruto) y Esparza (Santacara)”, una obra publicada por Editorial Evidencia Médica. A lo largo de 245 páginas, salpicadas con fotografías de antaño, de regusto, recorre la historia de esas dos vacadas de bravo de segunda fila que tuvo Navarra, dos hierros muy cercanos a los orígenes de Lacosta, que nació hace 61 años, precisamente, en Murillo el Fruto.

Este sentir sus raíces le llevaron a acometer la empresa de este libro, a recopilar el pasado de estas dos ganaderías que guardan similitudes pero también diferencias. “Ambas lidian su último festejo el mismo día y en la misma plaza, la de Tafalla, en 1937, y tuvieron parecido final. Sin embargo, la de Félix Gabari fue una ganadería con más tronío, con una estructura, con sus pastores. Era un ribero casta que no necesitaba la vacada como medio de vida; era el mayor contribuyente de Murillo el Fruto y la tenía más como signo de prestigio social. Se movía entre el círculo de amigos del famoso Juanito Quintana”, aseguró Lacosta.

De hecho, Félix Gabari quiso ser empresario de la plaza de Pamplona en dos ocasiones: en 1906 pidió permiso para organizar un festejo durante San Fermín Chiquito y en 1929 intervino en la subasta de arriendo para la temporada siguiente, pero no consiguió la adjudicación. Como criador de bravo, su primer festejo, que fue de categoría menor, está datado en 1990, en Olite. Después, sus reses se lidiaron por Navarra –Pamplona y Vera de Bidasoa incluidas- pero también en Eibar, San Sebastián y Fuenterrabía, donde en 1910 lidió un festejo con picadores.

“La vacada de Conrado Esparza, por el contrario, no pasó de Pamplona. Su primer festejo data de 1916. Para este ganadero, sus reses sí eran su medio de vida. Provenía de una familia modesta que cultivaba la tierra. En el terreno ganadero, le ayudaban sus hijos. Pero, posiblemente por ser su medio de vida, sus reses estaban muy bien criadas, mejor que las de Gabari”, explicó este navarro que ejerció como profesor –él prefiere que se le llame maestro- durante cuarenta años en distintas localidades navarras, como Murillo el Fruto, Irurita, Peralta y Pamplona.

Ya para los años 20 del pasado siglo, el ganado de Gabari y Esparza sólo se lidiaba en festejos muy menores –novilladas económicas, mojigangas- y para los años 30 ya habían entrado en una línea de decadencia. “Este hecho fue más acusado en la de Gabari y ya en 1935, año del fallecimiento del ganadero, su reses se anunciaron a nombre de Tomás Eraso, que era su yerno. Es curioso porque en septiembre de ese año, en Diario de Navarra aparece la previa de un festejo de Eraso y, en el mismo número, un anuncio de venta de la ganadería, algo que no logró llevar a cabo”, matizó el autor del libro.

Casado, padre de tres hijos y abuelo de cinco nietos, y coautor de “Los corrales de Ujué y la vida de antaño”, Lacosta reconoce ahora el esfuerzo que supone escribir y publicar un libro. “No soy un aficionado taurino pero no se me ha hecho pesada la investigación. Me ha causado preocupación, cierta desazón el hecho de escribirlo pues pensaba muchas veces si estaría bien o no”, concluyó este investigador, que ha sacado a la luz la historia de dos ganaderías que tuvieron el mismo final: la Guerra Civil; a los propietarios se les incautó el ganado para alimentar a las tropas nacionales.

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