Le cortó las dos orejas a un bravo eral de Ganadería de Pincha, premiado con la vuelta al ruedo.
Ganado: Cuatro novillos de Ganadería de Pincha, muy bien presentados, nobles y encastados. Destacaron el segundo, Ofuscado, n° 68, premiado con la vuelta al ruedo, y el cuarto, por su fondo de bravura y transmisión.
Novilleros: Jaime Casas (vuelta y saludos) y Alfonso Ortiz (dos orejas y oreja).
Incidencias: Tres cuartos de entrada en tarde calurosa. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Iván Fandiño.
Torear con el alma, con las retinas, roto el corazón y las yemas de los dedos con toda la sensibilidad intacta para convertir la muleta en una extensión natural del propio cuerpo. No darse ni una ventaja frente al toro desde el capote, desentrañar el misterio de la embestida compleja y gozarse por los adentros con el toro de carril. Así estuvo ayer en San Adrián el novillero Alfonso Ortiz, una revelación, un descubrimiento, un torero de cante muy grande dotado de valor, técnica, conocimiento y alma, porque cuando se torea con el alma todo sabe distinto, todo se sale de las retóricas preconcebidas del toreo mecánico y paradójicamente industrial que lastra la fiesta como una losa.
Alfonso Ortiz ofreció en San Adrián lo que se dice un recital, acompasado y con la cintura rota al natural y en redondo en el primero, con series perfectas y reunidas con el excelente novillo del Pincha; y después absolutamente inteligente y valeroso para imponerse a un novillo dificultoso. El cuarto pedía el carnet porque tenía varias velocidades en su embestida, un punto de genio y profundidad porque al arrancarse iba con todo. El joven coletudo lo entendió de principio, muy enterrados los pies en la arena, con el peso del cuerpo depositado en los talones en una faena que tuvo dos capítulos, uno primero para poderle al toro y otro final para lograr dos series al natural absolutamente grandiosas. Lo que se dice el toreo.
Sin duda, será difícil que en las dos novilladas que quedan algún torero sea capaz de superar el nivel de Alfonso Ortiz.
Jaime Casas asistió a la demostración de su compañero impávido. Su toreo extremadamente frágil no llegó a ningún puerto relevante a pesar del buen pitón del primero de la tarde y alguna que otra arrancada del tercero, un mansito aquerenciado que demandó una muleta más poderosa.
Información de Pablo García Mancha publicada en Diario de Navarra.