‘Olivito’, el del encierro, tuvo calidad y se erigió en uno de los toros más importantes del ciclo.
Ganado: Seis toros de Miura, bien presentados y armados, en el tipo de la ganadería, no sobrados de fuerza y, respecto al juego, tres deslucidos y tres nobles y manejables: el segundo, aplaudido en el arrastre, el quinto y el sexto, un toro con calidad, de dos orejas, que fue ovacionado en el arrastre.
Diestros. Javier Castaño: silencio en ambos. Luis Bolívar: oreja y saludos desde el tercio tras aviso. Esaú Fernández: silencio y pitos tras aviso.
Presidencia: A cargo de Juan José Echeverría, asesorado por Rosa Loranca y Fernando Moreno, cumplió bien, sin problema alguno, su cometido.
Incidencias: Lleno aparente. Tarde agradable de nubes y claros. Bolívar fue aparatosamente cogido por el segundo al salir de la suerte suprema; por fortuna sólo sufrió destrozos en la taleguilla, por lo que continuó la lidia ataviado con un bombacho de monosabio. Parte de la enfermería: “Sin novedad y sin merienda; tenemos cena”.
La Feria del Toro tuvo el final que se merece: una corrida con toros de verdad, toros toros, no toritos; un festejo con interés, tanto para el público en general como para el aficionado; una tarde con un hierro mítico, el de Miura, el único que puede presumir de haber estado presente en Pamplona en tres siglos: XIX, XX, XXI. Desde su debut en un lejanísimo 1899, ha lidiado en la capital navarra en 59 ferias, un cifra difícil de alcanzar.
La Feria del Toro le ha dado prestigio a Miura y ayer el hierro de Zahariche se lo otorgó al ciclo pamplonés. Nada que objetar en cuanto a presentación, dio que pensar algo respecto a su comportamiento en el peto. ¿No es preocupante que a los miuras haya que cuidarlos en varas? Sinceramente, sí.
Pese a ello, en el último tercio, tres ejemplares salvaron el pabellón de la ganadería y, de estos tres, uno de ellos, el sexto y último de la tarde y de la feria, el precioso salinero llamado Olivito, el protagonista del encierro matinal, le dio lustre a la legendaria vacada de Zahariche.
No fue un ejemplar ejemplar en varas; empujó cabeceando en el primer encuentro con el varilarguero y la segunda vara no pasó de marcada. Pero, por lo menos, peleó algo en el peto, no como otros toros premiados.
En la muleta, embistió con nobleza por ambos pitones, con generoso recorrido, incluso alegre, con calidad. La pena fue las manos en que cayó. A Esaú Fernández se le escapó ayer una buenísima oportunidad de triunfo grande, de esas pocas que pasan en la vida de un humilde matador de toros que sueña con ser, algún día, figura del toreo. El sevillano no tuvo ayer su tarde, desde luego; o, dicho de otro modo, la tarde le vino grande. Al bueno de Olivito no lo entendió en ningún momento. Demasiado dubitativo, dio la sensación, a mitad de faena, de no saber qué hacer.
En vez de darle sitio, lo toreó en una media distancia y ejecutó un par de series con la diestra que no pasaron de vulgares. No se decidió a dejar el engaño puesto entre cada muletazo y por eso no logró la ligazón que permitía el miureño. En definitiva, se le escapó uno de los mejores toros del ciclo; y además, después, perdió un poco los papeles con el estoque y el descabello.
Y Fernández tampoco convenció en su primera intervención, frente al deslucido tercero, un largo cárdeno al que debió darle mayor distancia. No lo hizo pero, para más inri, el espada fue incapaz de clavar los pies sobre la arena. Anduvo falto de quietud y de oficio, dubitativo, y así… Además, lo mató de un feo bajonazo, que dijo muy poco a su favor. Le costará olvidar esta tarde.
Infortunio y sorpresa
El más veterano de la terna fue visto y no visto. Careció de materia prima no ya para triunfar sino para trabajar. Su primero se dejó algo por el izquierdo y Castaño lo intentó aprovechar con unos naturales que no tuvieron eco porque carecieron de ligazón. Su segundo, el cuarto, no tuvo un pase; sólo se dedicó a mirar con ganas la blanca taleguilla del diestro.
Mejor suerte tuvo en el sorteo Luis Bolívar, al que le correspondieron dos toros nobles y manejables, con las cositas de Miura. Ante su primero estuvo bien, sin más, no como para tirar cohetes. Pero la cogida que sufrió el diestro causó sensación en los tendidos, que pidieron mayoritariamente una oreja. Si no hubiera habido percance, no habría habido petición. El colombiano gustó menos ante el quinto, pues se le vio algo precavido y demasiado despegado. Estuvo por debajo del toro y tampoco lo mató bien. Y lo peor, perdió así un triunfo posible, importante. En fin…