UN MINUTO Y NADA MÁS. CRÓNICA DE LA CUARTA DE LA FERIA DEL TORO

Elminuto de silencio fue sentdio y resultó emocionante. Fotografía: Enfoque Taurino.

Elminuto de silencio fue sentdio y resultó emocionante. Fotografía: Enfoque Taurino.

La debutante Pedraza de Yeltes defraudó sin paliativos, pegó un petardazo para el olvido. Imágenes de Javier Arroyo y Enfoque Taurino.

Ganado: Seis toros de Pedraza de Yeltes –hierro debutante en Pamplona-, bien presentados y armados, alguno, vareado, como el sexto, y de muy mal juego por sosos, por descastados, por deslucidos. Sin nada dentro, lo dejaron todo en fachada.

Diestros. Curro Diaz (silencio en ambos), Iván Fandiño (silencio en ambos) y Juan del

Álamo (silencio y silencio tras aviso).

Presidencia: A cargo de Eduardo Vall, asesorado por el veterinario César Fernández y por Fernando Moreno, sin problemas, cumplió correctamente su cometido.

Incidencias: Lleno aparente. Tarde soleada y muy calurosa. Buenos pares de banderillas de Iván García al segundo de la tarde. Se guardó un minuto de silencio en señal de duelo por la muerte el sábado pasado en Huesca del matador de toros Víctor Barrio, víctima de una cornada.

Sentí emoción, orgullo de la ciudad donde nací, de Pamplona, de la tierra a la que pertenezco, de Navarra, al ver al majestuoso coso pamplonés en pie, en riguroso silencio, al son del temple de una trompeta que interpretaba Silencio, unas notas que se antojaban lágrimas por la muerte de Víctor Barrio, joven matador de toros que perdió la vida el sábado en Teruel, víctima de la fatal cornada de un toro.

Y recordé la tarde del homenaje a Daniel Jimeno, que, horas antes, había perdido la vida en el encierro sanferminero. Y de nuevo sentí una profunda emoción, de ésa que ahoga las palabras y da rienda suelta a las lágrimas.

Fue, sin duda, lo mejor de una mala, de una muy mala tarde de toros. Un minuto histórico que algunos, los de siempre, intentaron monopolizar con una gran pancarta. Visto el rechazo de la gente de bien y del ridículo que estaban haciendo con sus voces, decidieron callar. A ver si es para siempre. Ya está bien.

Y tras ese minuto, la plaza, muy a pesar suyo, padeció una tarde de sopor, de ésas que no crean afición, porque en el ruedo no hubo prácticamente nada, ni emoción ni toreo de calidad.

El culpable de esta mala tarde taurina fue el encierro salmantino que debutó en nuestra feria. Puro escaparate, sólo presencia y eso que alguno, vareado, se tapó con la cara, con estar bien armado. Por dentro los toros carecieron de bravura; descastados, embistieron con sosería, cualidad completamente contraria a esa emoción que obliga al espectador a no quitar ojo de lo que ocurre en el ruedo.

Cierto es que la corrida de Castraz de Yeltes fue mal picada, que sufrió mucho puyazo trasero, pero esto no condicionó el nulo juego ofrecido en el último tercio.

El quinto, por unos momentos, pareció que iba a ser el toro de la tarde. Nada de eso. Su buen pitón derecho sólo duró dos ligadas tandas en redondo de Fandiño. Después, el toro se había acabado. El resto fue una buena y digna pelea del diestro vizcaíno en un intento desesperado de alcanzar un triunfo, de sacar agua fresca del pozo seco de bravura que fue Pedraza de Yeltes.

Y es que frente a su primero, segundo de la tarde, tampoco tuvo opción. Se inventó una faenita, concluida con unas manoletinas. En ambas interveciones, no anduvo certero con el estoque. Igual que sus compañeros. Y es que para empeorar la tarde, ayer no se vio estocada alguna. Hubo pinchazos, pinchazos hondos, medias estocadas pero ninguna como mandan los cánones, factor que no ayudó a mejorar la tarde.

De hecho, Del Álamo pegó un mitin con el descabello en el sexto, después de haberlo intentado todo tras una primera serie con la diestra aceptable. Tanda que no pudo repetir ante ese mulo que cerró plaza.

Ante su primero, el salmantino ofreció su versión rabiosa, de no querer que se le escapase otra vez un triunfo en Pamplona. Frente a otro mulo se fue inventado una faenita de menos a más y conectó con pases rodilla en tierra. Pero mató de media caída y el silencio volvió a imponerse.

Curro Díaz, por último, tampoco tuvo opción. Nada pudo hacer con el que abrió plaza y dibujó una buena tanda en redondo ante un toro que no quería embestir. El espada jiennense, testigo presencial de la tragedia del sábado en Huesca, dio la cara e intentó agradar en todo momento. Sin poder hacer mucho, dejó buena imagen, pese a que, seguro, hizo el paseíllo tristeza, apesadumbrado.

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