TERCERA DE SANGÜESA. CRÓNICA. LOS DE EL PIZARRAL, FACHADA Y NADA MÁS

Ayudado de Bautista al cuarto, al que le cortó una oreja.

Juan Bautista y Paco Ureña se repartieron dos tesoneras orejas y Eduardo Gallo se fue de vacío.

Ganado: Seis toros de El Pizarral, cinqueños, bien presentados, con cara y kilos, muy bien armados pero desrazados, deslucidos, con el cuarto y el sexto que, por lo menos, repitieron sin clase alguna.

Juan Bautista: silencio y oreja.

Eduardo Gallo: silencio en ambos.

Paco Ureña: silencio y oreja tras aviso.

Presidencia: A cargo de Santiago Guallar, asesorado por Pedro Oteiza y Alfonso Labairu, sin problemas, cumplió correctamente su cometido.

Incidencias: Tres cuartos de plaza. Tarde soleada y agradable. Bautista y Ureña hicieron el paseíllo desmonterados. El subalterno Curro Robles saludó montera en mano tras banderillear al que abrió plaza. Buena brega de Pablo Simón frente al tercero.

Mala tarde de toros, no de toreros. Los cinqueños de El Pizarral tuvieron presencia, muchos kilos, magníficos pitones y… poco más. En la arena sangüesina ofrecieron un juego paupérrimo. Faltos de raza, todos resultaron deslucidos, algunos imposibles y sólo dos fueron menos malos, los lidiados en cuarto y sexto lugar, que, por lo menos, tuvieron la virtud de repetir, aunque sin clase alguna. En definitiva, un encierro bien presentado pero de muy mal juego, cuyos efectos -aburrimiento, resignación, cabreo… fueron atenuados por la buena disposición de la mano de obra, que quiso pero, en la mayoría de las ocasiones, no pudo.

Abrió plaza Juan Bautista, que se encontró con un colorado, ojo de perdiz, grandote, muy bien armado pero tirando a parado y de rácano recorrido. El francés se justificó con una faena basada en la diestra -cada vez se torea menos al natural- pero falta de ligazón, con muletazos de uno en uno, por la condición del cinqueño. De todos modos, debió matar mejor y no de una casi entera muy, muy baja y dos descabellos.

El cuarto fue de los menos malos porque tuvo dos virtudes: fue pronto y repitió. El de Arles aprovechó estas dos cualidades para realizar una faenita entonada, en terrenos solaneros, con más tesón que lucimiento, con series cortas con la diestra, alegradas al final con unos molinetes. Terminó con una estocada desprendida y el público, en rebelión contra el aburrimiento acumulado, le premió con una oreja.

La otra la paseó Ureña del sexto, a base de numerosas dosis de honradez. El negrote que cerró plaza fue el otro menos malo. Se movió sin clase y en corto recorrido, tanto que nunca terminaba de pasar, nunca acababa el muletazo. El joven murciano no estaba dispuesto a irse de vacío -por desgracia, son pocas las oportunidades que tiene de vestirse de luces y se inventó una faena voluntariosa, inicialmente con cuatro series cortas de medios muletazos con la diestra. Al final del trasteo, les siguieron otras dos con mejores argumentos, con derechazos más largos, bien rematadas con los pases de pecho. Tras unas manoletinas, se tiró amatar volcándose y dejó una entera algo trasera que le permitió cobrar trofeo.

Su primero, por el contrario, tuvo guasa. Gazapón y complicado, tiró hachazos por el derecho y buscó por el otro pitón. Todo un regalito, imposible, ante el que sólo pudo justificarse.

Gallo tuvo que pechar con un lote infumable. Su primero, rozando la invalidez, se defendió tirando tarascadas. Y el quinto fue asimismo complicado. Gallo fue visto y no visto. Llegó y voló.

This entry was posted in Actualidad, Temporada taurina en Navarra 2012. Bookmark the permalink.

Comments are closed.