La feria terminó con una entregada actuación de Escribano, que cortó la única oreja de otra decepcionante tarde.
Ganado: Seis toros de Miura, bien presentados aunque desiguales y de juego dispar, unos nobles, otros deslucidos y hasta uno orientado, el cuarto.
Diestros:
Manuel Escribano: oreja y saludos desde el tercio tras aviso.
Luis Bolívar: silencio tras aviso y silencio.
Salvador Cortés: bronca tras dos avisos y silencio tras aviso.
Presidencia: A cargo de Aritz Romeo, asesorado por Josetxo Gimeno y el veterinario Jesús María de Andrés, cumplió correctamente su cometido.
Incidencias: Lleno aparente, con algo más de cemento en la parte alta de andanada que en días anteriores. Tarde soleada y calurosa. Matadores de toros, subalternos y picadores hicieron el paseíllo descubiertos para reivindicar el valor taurino de la fiesta taurina.
La, llamémosle, Feria de San Fermín terminó ayer como empezó, en un tono bajo, decepcionante. Se esperaba más de los miuras, aunque fuese en mayor dosis de peligro, de orientación, como casi antaño. Excepción hecha del complicado cuarto, el encierro de Zahariche careció de malas ideas.
Da la sensación que los propietarios sevillanos han echado algo de azúcar a su ganadería, ya que cada vez lidian más ejemplares que destacan por su nobleza. Por ejemplo, la que tuvieron ayer los tres primeros, tan nobles como sosos. Sólo el cuarto desarrolló sentido. El quinto fue un brusco deslucido. Y el sexto, también, aunque algo más manejable en corto recorrido.
Queriendo
Ante tal dispar juego de la materia prima, lo mejor de la tarde fue la buena disposición de los diestros, pese a que uno llegó a enfadar, y mucho, a los tendidos.
El triunfador de la tarde fue, sin duda alguna, Escribano, por conseguir el único trofeo, por lidiador completo, por su entrega, por su querer agradar. A sus dos toros los recibió a portagayola, con más apuros ante el cuarto. En banderillas se le entregó la plaza, sobre todo, con dos pares al quiebro por los adentros -al violín al cuarto-, que pusieron los pelos de punta. Y con la muleta ya fue otro cantar.
El que abrió plaza lo brindó al industrial pamplonés Iñaki González Cestau, muy buen aficionado. Seguidamente, se encontró con un noble soso por el pitón derecho y de muy corto recorrido por el izquierdo. El de Gerena optó por ese pitón, en dos series cortas de escaso contenido, valor aparte. Pero mató de una entera desprendida y el público pidió mayoritariamente un trofeo, que paseó en triunfo el andaluz.
Salió a por todas frente al cuarto pero enseguida se dio cuenta de que iba a tener pocas opciones, porque el toro derrochaba peligro por el pitón izquierdo y por el otro echó la cara por las nubes hasta que acabó orientándose. El espada sevillano se justificó, lo intentó y concluyó con una caída que tuvo el efecto esperado.
Muy positiva fue asimismo la disposición de Bolívar, quien, en todo momento, dio la cara.
A su noble primero, lo aprovechó por el pitón derecho, dibujando varias series cortas de buen estilo; por el otro lado, el miura se revolvía muy rápido. Le sacó todo los muletazos que tenía y debió estoquearlo mejor.
Su segundo fue un armario deslucido al que le costó humillar y tirando a paradito. El colombiano lo intentó por ambos pitones y el público reconoció su esfuerzo y honradez, pero tuvo que guardar silencio tras contemplar cómo el de Cali mataba al de la sevillana Zahariche.
Y cerró la tarde y la feria el diestro que peor imagen dejó ayer sobre el ruedo pamplonés. Salvador Cortés lo intentó, quiso triunfar o, al menos, dejar buena imagen. Le correspondió en primer lugar un toro noble, muy justo de fuerzas, que se quedaba corto y no terminaba de pasar por ambos lados. El de Mairena de Aljarafe realizó una faena larga de escaso relieve, siempre queriendo. Tras una larga preparación para la muerte del miureño, pinchó en dos ocasiones, dejó media y, con el toro andarín y al hilo de tablas, ofreció todo un mitin con el descabello; perdió los papeles y faltó poco para que escuchase los tres avisos.
Cortés quiso reconciliarse con el público ante el deslucido sexto y con tesón le sacó varias tandas cortas con la diestra, en un trasteo de menos a más que alargó demasiado. De nuevo, mató mal y por ahí se esfumó su esperanza.