ROTUNDO TRIUNFO DE LOS HUMILDES DE LA MANO DE UN GENEROSO PALCO

Los tres matadores de toros salieron a hombros.

El encierro de La Palmosilla dejó que desear en cuanto a presentación pero resultó encastado. Fotografías: Jesús Caso.

Ganado: Seis toros de La Palmosilla, aunque parejos, feos de presentación, por debajo del propio de la Feria del Toro, con movilidad y ritmo, resultaron encastados.

Toreros: Rafaelillo (dos orejas y oreja); estocada baja (oreja), Manuel Escribano (dos orejas y vuelta al ruedo tras aviso) y Leo Valadez dos orejas y silencio).

Presidencia: A cargo de Ana Elizalde, asesorada por Josetxo Gimeno y el veterinario Antonio Puig, mal por muy generosa, por regalar tres puertas grandes en los tres primeros toros.

Incidencias: Lleno. Tarde soleada y calurosa. Los tres diestros salieron a hombros.

Al cirujano jefe de la plaza de Pamplona fue a parar el brindis del primero. Rafaelillo, de malva y azabache, volvió a mirarle a los ojos en la zona cero en la que a punto estuvo de cambiar su historia, la suya y la del toreo porque este es eterno aunque la memoria se mantiene frágil. Una terrorífica cornada contra las tablas en el cierre de los últimos Sanfermines nos hizo temer lo peor. Más tarde celebramos el milagro y después su reaparición pasados veinte meses. Pero en la tarde de este domingo, 10 de julio, su regreso al coso de la capital navarra fue especial, sentido, ceremonioso y, porque no, feliz, en un recuerdo a la vida que en ocasiones es tenebrosa.

De la tragedia pasó Rafael a la gloria con una faena premiada con dos orejas. Quizá algo exageradas pero solicitadas con fervor. Justicia para un torero grande y de corazón enorme. El toro de La Palmosilla embistió con brío y transmisión, un punto acelerado por la casta, y Rafaelillo le armó una faena en la que gobernó principalmente por el derecho, el pitón por el que más se dejaba, porque tendía a revolverse siempre como una alimaña hambrienta al final del muletazo con una brusquedad tremenda. Tuvo que tragar el diestro murciano que anduvo rápido para librar los puñales y enlazar con el siguiente. Faena de dominio y mente fría. A medida que bajó revoluciones el toro se desplazó con más clase y siempre mantuvo ese punto de chispa que es la que da la emoción. En la rúbrica, la estocada entró y se le concedió el doble premio.

Más nobleza tuvo el que lidió en cuarto lugar, que le permitió relajarse para torear con mayor poso. Pero en los albores, en uno de los primeros muletazos le prendió feo. Se le notó magullado pero sacó raza y se puso delante como un verdadero titán. La segunda parte de la faena anduvo después en esos tintes de héroe. Se fue detrás del acero que cayó bajo y una oreja, que ya eran tres y al grito de “Rafaelillo, Rafaelillo” dio la vuelta como nuevo ‘Rey’ del Sol.

Escribano, de blanco y oro, se fue como es habitual en él a portagayola, como si no costaran esos segundos en los que todo está en juego y más con el toro de Pamplona, aunque esta vez fueron un punto por debajo. Escribano anduvo resolutivo y después continuó con largas de rodillas en el tercio. Compartió banderillas con Valadez -luego él le invitó en el tercero- y más tarde se curró una faena a un toro que respondió y qué Escribano tocó por ambos pitones. El animal fue repetidor y la faena tuvo sus momentos, pero no fueron tantos como para las dos orejas con las que se le premió y menos después de una estocada baja.

Solventó el trance de la puerta de chiqueros de nuevo en el quinto y esta vez banderilleó solo, dueño de los terrenos y de la escena en la que se recreó. Comenzó la faena en los medios pasándoselo por delante y por detrás. La faena adquirió intensidad en el toreo en redondo, por donde embistió con repetición, humillación y nobleza. Por el izquierdo lo hizo a media altura y feo, y cuando volvió al bueno ya se desplazaba sin entrega y se apagó. Sonó un aviso y terminó de pinchazo y estocada baja. Vuelta al ruedo.

Leo Valadez debutó de aguamarina y oro, con un astado que tuvo su punto. Tenía movilidad y metía bien la cara, pero requería una muleta franca. El toro repetía y por el pitón diestro es por el que más fue. Con el capote se lució en un vistoso quite por zapopinas como carta de presentación que gustó, más en las peñas, a las que luego trató de buscar en un inicio de rodillas fallido y en los finales de la faena con manoletinas también de rodillas que fueron jaleadas. Su labor estuvo algo desordenada, y dio la sensación de que con más dominio quizá hubiese había mayor profundidad en los trazos y reunión. Pero muletazos hubo y muchos, y recursos del código peñista como pases por la espalda, arrucinas… y eso y una estocada fue suficiente para pasear las dos orejas.

Con el sexto se entretuvo Valadez pasadas las dos horas y media de festejo. Alternó las series por ambos pitones y entre medias tiró de recursos como circulares invertidos, bernardinas… La tarde ya se hacía larga y tras media estocada y cuatro descabellos, el público guardó silencio. La fiesta continuó pero esta vez fuera.

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