Tras su paso por la plaza de Pamplona, el rejoneador navarro rememora su pasado, analiza el momento actual de su profesión y se asoma al balcón de su futuro.
–¿Perdura el sabor agridulce del 6 de julio?
-No fue una tarde agridulce. Busqué la puerta grande. Aposté por el triunfo, dejando los toros crudos para que se moviesen. Había un compromiso con la afición, con mi gente de Pamplona y aposté por dar espectáculo frente a un toro peligroso. La faena tuvo emoción, tuvo riesgo y, si mato a la primera, creo que habría salido por la puerta grande.
– ¿Qué sensaciones tuvo esa tórrida tarde?
– Todo se puso al revés para los tres rejoneadores. Hacía un calor excesivo, los caballos se asfixiaban muy rápido. En el paseíllo, el caballo de Galán estaba empapado de sudor sin haber hecho todavía nada. Y creo también que el clima tuvo la culpa de que los toros se pararan y se defendiesen tanto. Pero las sensaciones fueron positivas y vinieron dadas por ver la plaza llena, a favor conmigo.
–¿Pudo influir el haber toreado menos este año de cara a no acertar con el rejón letal?
-Todo puede influir, pero el rejón de muerte es caprichoso, unas veces entra y otras, no. Además, el toro no siempre embiste de la misma manera. Los dos míos se defendieron mucho a la hora de matar, esperaban. Pero yo achaco todo a la suerte o a su falta en esta ocasión. No hay que darle más vueltas.
–De todos modos, le queda el consuelo del reconocimiento de la plaza.
-Sí, siempre Pamplona me recibe con muchísimo cariño. Después de la corrida, mucha gente me dio la enhorabuena. La pena fue no haberle puesto la guinda al pastel con una muerte rápida del toro. Me queda la ilusión de volver a Pamplona el año que viene, con las mismas ganas o más, pues me queda pendiente una puerta grande que no quería haber dejado escapar.
–Y el recuerdo de esa lección matinal y magistral de toreo a caballo.
-Ha sido el día más bonito de esta temporada. Era algo nuevo, que no se había hecho nunca en Pamplona. Había mucha gente, más de media plaza y, sobre todo, muchos niños, que es adonde hay que llegar hoy en día, que conozcan la fiesta y la sientan, para que cojan afición y la Tauromaquia tenga futuro.
–Tras la tarde de Pamplona y la de Mont de Marsan, ¿arranca ya la temporada con fuerza?
– Sí, ahora prácticamente toreo todos los días.
-¿Se ha planteado hacer campaña algún año en América?
-Este año estuve a punto, pero me faltó ese último empujón, por la inseguridad de ir allí un poco a la aventura. Conlleva muchos gastos: el traslado de los caballos, la gente… Es algo que tengo en mi mente y, en cuanto pueda, lo haré, con una buena planificación.
–Regresando a Europa, ¿la próxima cita?
-Herrera de Pisuerga, un festejo de rejones con toros de El Capea. Después Bayona…
-¿Cuántas tardes espera sumar esta temporada?
-Alguna tarde menos que el año pasado. Con los cambios políticos, algunos ayuntamientos han quitado festejos pero espero sumar unas treinta tardes.
–En este sentido, le ha llamado la atención al aficionado su ausencia en ferias como las de Estella y Tafalla. ¿A qué se han debido? ¿A excesivas exigencias?
– Es un misterio que no entiendo. No sé quién tiene la culpa. No comprendo cómo en Navarra, teniendo a dos de los tres primeros rejoneadores del escalafón, no se cuente con ellos en las ferias de Navarra. Es algo que habrá que investigar. La afición, como ha quedado claro en Pamplona, me quiere ver. Todo el mundo me pregunta por qué no estoy en esas ferias y yo no sé qué responder. No sé a quién apuntar. Sé que me merezco estar en ellas. Si estoy preparado para Pamplona, feria de primera, lo estoy también para Estella y Tafalla. Es algo que me choca. No me gusta buscar culpables, prefiero que lo sospeche la gente y que ésta pida que los toreros navarros toreen en sus plazas, que es lo más normal. Y quiero dejar claro que estas ausencias no se deben a exigencias mías, pues ni siquiera se han puesto en contacto con nosotros.
–Siguiendo con las ausencias, pese a haber quedado los dos últimos años en el tercer lugar del escalafón, no entrado en los carteles de San Isidro, no ha podido confirmar su alternativa en las Ventas. ¿Por qué?
-Es lo mismo que antes. En San Isidro están los que tienen que estar, pero falta gente. Con cuatro festejos de rejones que ofrece Madrid, no comprendo por qué no figuran los tres primeros del escalafón. Deberían estar sí o sí. No comprendo también por qué no figura, por ejemplo, Andy Cartagena. No comprendo por qué hay compañeros que van más de una tarde siendo de la misma categoría que los demás. Se demuestra que hay intereses por detrás más importantes que lo propiamente taurino, que los méritos que cada uno acumula en las plazas. En cualquier caso, estoy seguro que me va llegar el momento de Madrid, seguro.
–¿Qué hace falta para que se vea anunciado en la principal plaza del mundo? ¿Estar representado por grandes empresarios?
-Para torear en Madrid, un motivo puede ser ése, estar representado por los empresarios fuertes. Otro, son los méritos propios, que me he ganado con mi esfuerzo y con mi trabajo. Y otro son los que desconozco, por los que veo anunciados algunos rejoneadores, algo que no llego a entender.
–Ante tal injusta situación, ¿se le ha pasado por la cabeza tirar la toalla, mandar al rejoneo a tomar viento fresco?
-Claro que lo he pensado, muchas veces. Estoy en un momento muy dulce de mi carrera. Poseo una cuadra que está a la altura de las de los mejores. Ahora mismo no cambio mis caballos por los de nadie del escalafón. Y si en mi mejor momento no puedo entrar en Madrid, muchas veces pienso en abandonar. Lo que pasa es que a los tres segundos mi pasión por los caballos, por el rejoneo, me hace olvidar todo esto. Me monto en un caballo y, sinceramente, me da igual no estar en Madrid. Vivo para los caballos, sueño el toreo y disfruto de él. Ahora bien, sé que va a llegar mi cita con Madrid si mantengo este nivel de toreo.
Un vistazo atrás
–Lleva trece años toreando a caballo y siete como rejoneador de alternativa, ¿ha merecido la pena el esfuerzo?
-Por supuesto. Disfruto de lo que hago, vivo de mi pasión, de lo que me gusta y el esfuerzo está muy recompensado y todavía se va a ver recompensado más.
-En todo este tiempo, ¿en qué ha cambiado como profesional del toreo?
-El tiempo me ha dado cuajo, poso y, sobre todo, muchos recursos para resolver problemas en la plaza. Mi toreo ha sido siempre muy de verdad, no ha variado en la forma, pero he cogido esa seguridad que dan los años, poseo una cuadra mucho mejor y ahora puedo exponer mi toreo de forma más fácil y más cómoda.
–¿Continúa siendo Hermoso de Mendoza su ídolo, el espejo donde se mira?
-Sí. Es el mejor rejoneador que hay. Como profesional, es mi espejo, porque hace cosas muy difíciles de realizar y, especialmente, porque siempre lo he considerado un apasionado de los caballos y un trabajador nato, que nunca deja de superarse; ése es el espejo en el que me miro.
-¿Y le agrada o le molesta el remoquete de ‘discípulo del estellés’?
-La verdad es que ni me agrada ni me molesta. No soy discípulo de nadie, porque, cómo se puede apreciar, nadie me está ayudando para nada. Sigo los pasos de muchos, no sólo de Pablo. Su técnica me encanta e intento aprenderla. Pero también veo muy buenos detalles técnicos de Ventura, al que sigo mucho, y me gustan, por ejemplo, las maneras de Andy Cartagena, que es muy lidiador, muy poderoso. Por tanto, soy discípulo del toreo, no sólo de una persona. Intento seguir los pasos de todos, en lo que me gusta de ellos, claro está.
–Después de tantos festejos, de tantas plazas y kilómetros, ¿considera que le ha superado en alguna faceta?
-No pierdo un segundo en compararme con nadie. Intento superarme a mí mismo, tener cada vez más gusto toreando, más calidad. Quizá, en Pamplona, me siento más querido en la plaza, he calado en el público como quería y por ello soy un privilegiado.
–El rejoneo actual parece dividido en dos bandos o escuelas, la de Hermoso y la Ventura. ¿Pertenece usted a alguna de ellas?
-No, a ninguno. Ser de uno o ser de otro, no me ayuda nada. Soy del bando de Roberto Armendáriz. No voy a favor ni en contra de nadie. Lo único que quiero es que el rejoneo siga como hasta ahora y poder llegar a tener mi propio bando.
–Y por el mero hecho de paisanaje, ¿le encasillan en la del navarro?
-Siempre me han encasillado y no rehúyo de ello. Los dos somos navarros y fuera de Navarra defiendo a mi paisano como al que más.
–¿Entiende la difícil, la complicada relación entre ambos? ¿Puede llegar algún día la reconciliación?
-Me da igual su relación, mi guerra no es ésa. Y respecto al futuro de su relación, no lo sé. En principio, no tienen motivos de reconciliación, cada uno tiene su vida, su mundo; cada uno está en una punta de España… No lo sé.
–¿Cómo se lleva usted con los dos? ¿Y con el resto del compañeros? ¿Existe una especial relación de amistad o enemistad con alguno?
-Con Ventura he coincidido muy poco y esas pocas veces me ha tratado siempre muy bien; no tengo ninguna queja; al revés, alguna vez he pasado por su casa, le he visto montar, me ha dado algunos consejos, que me han servido. He estado con él seis veces en mi vida…y muy bien. Con Pablo la relación ha sido más continua, más unida, pero ahora cada uno hace su vida, sigue su camino. Y con el resto mantengo una relación correcta, sin más.
–Con quien sí ha hecho buenas migas es con el ganadero Pedro Gutiérrez Moya, El Capea, y con el matador de toros Miguel Ángel Perera. ¿Con alguno más? Cuente, cuente…
-Pues sí, en casa del maestro Capea me han acogido como un hijo, me echan todas las vacas que quiera para entrenar, dejo allí mis caballos; la relación es de hablar por teléfono a diario. Tengo mucho que agradecerle a esa casa. Es como mi familia en el toreo. Y con Miguel Ángel Perera, lo mismo. Es yerno del Capea. Me aceptó perfectamente, he estado en su casa toreando vacas y, poco a poco, he hecho otra familia. Puedo decir que el Capea es de las mejores personas que he encontrado en el toreo.
La intimidad del jinete
–En su ámbito más cercano aseguran que los días que no torea los dedica a montar a caballo, desde la mañana hasta la noche. ¿Leyenda o realidad?
-Realidad. Es mi pasión, siempre estoy deseando montar a caballo. Mi vida se basa en la equitación, en los caballos, sin horarios, vivo para ellos y con ellos. Si un día no monto, siento que me falta algo. Lo necesito, pero no como obligación. No tengo jefe ni horarios… Es una necesidad.
–En esa soledad del jinete, del torero a caballo, ¿en qué piensa?, ¿qué cosas pasan por su cabeza?
-Muchas. Mi carrera no está siendo fácil. Tampoco la considero larga. Está llevando el tiempo y el ritmo normal. Y en esa soledad, piensas en los tropiezos, en sus causas, en cómo solucionar estos problemas, en cómo mejorar. Estos momentos los necesito. Cuando algo me sale mal o cuando estoy feliz, me gusta coger un caballo e irme al campo. El caballo me da fuerza, él y yo nos entendemos sin hablar. Son momentos, sobre todo, de reflexión.
–¿Cuál es su técnica de preparación de caballos?
-Es algo que vas aprendiendo con el tiempo. Al principio, crees que los caballos siempre te tienen que hacer caso, sí o sí. Con el tiempo, ves que un caballo, al dejarlo más libre, responde más, se mueve con más facilidad que cuando casi le obligabas a hacer algo. Ahora, esa técnica se basa en premiar mucho al caballo; que cuando hace algo bien, note mucho alivio. Así siente un reconocimiento y busca realizar las suertes bien.
–¿Enemigo, por tanto, de la doma de bocao y espuela?
-Totalmente. Al empezar, he cometido muchos fallos, como el de la espuela. Ahora sé que el caballo no necesita ni de bocao ni de espuela, sino libertad, estar cómodo, no sentir tensión ni castigo para poder expresarse. El caballo debe torear, no estar a tus órdenes, como un robot, sin personalidad.
–¿Mantiene una comunicación íntima, particular, invisible con sus caballos?
-Sí. Algunos tienen un perrito en casa y hablan de él como si fuese un niño. Mi relación con los caballos es íntima y diferente con cada uno de ellos. No todos son iguales, no todos necesitan lo mismo. Me monto en un caballo y sé cómo está, si está flojo, triste, enfermo… y pocas veces te equivocas. Y ellos conmigo también tienen una relación diferente; cuando me acerco a ellos, su reacción es distinta a la que muestran con otras personas.
–A lo largo de su trayectoria, ha sufrido la pérdida, la muerte de caballos como Galgo, Paquirri, Capricho, Samurai (también llamado Piropo)… La herida causada, ¿llega a cerrarse? ¿Le ha invadido en alguna ocasión un sentimiento de culpabilidad?
-La herida nunca llega a cerrase. Siempre te autocriticas, te acuerdas de los momentos, piensas en las causas. De los que ha citado, ahora mismo alguno sería estrella de mi cuadra. Pero, al final, ves que son accidentes que pasan, que son circunstancias del toreo, aunque la culpabilidad persiste.
–¿Su más querido?
-¿De cualquier momento? Camarón, sin duda. Es el artífice de todo esto. Lo cogí de niño e hice de todo con él, y él fue el que me metió este veneno tan adentro, el que me hizo perder la cabeza por el mundo del caballo. Era muy bonito, gracioso, tenía algo especial. Los caballos que tengo ahora seguro que tienen más calidad pero no el pellizco que él poseía y, sobre todo, la historia compartida conmigo. ¿Y de los actuales? Polvorilla, al que considero el mejor caballo del toreo, aunque muchos lo considerarán exagerado. Siempre ha sido como mi ángel de la guarda en la plaza.
–¿Es cierto que le ofrecieron por él un cheque en blanco?
-No. Me ofrecieron por él cuatro caballos y mucho dinero.
–¿Cuánto?
-Unos cincuenta millones de pesetas, algo así.
–¿Cuántos caballos tiene actualmente y cuántos ha tenido en total, a lo largo de su historia?
-En total unos setenta, entre yeguas, potros y los caballos de torear. Y a lo largo de mi vida, es difícil concretarlo, pero seguro que más de cien.
–¿Ha visto, ha conseguido hacer o ha tenido el caballo perfecto para el toreo a caballo?
-El perfecto, perfecto, todavía no lo tengo para mi concepto del toreo. Espero que sea Corazón, porque tiene eso que me gusta de cada uno de los demás, pero, de momento, todavía es una incógnita. Es muy difícil encontrarlo. Seguro que, si alguno vez lo tengo, sentiré que le falta algo, un poquito de aquí, otro de allá…
–¿Cuál? ¿Cómo sería?
-Sería una suma de la capacidad de Grano de Oro, la torería de Polvorilla y la belleza de Berlín, caballo de Pablo.
–¿Resulta rentable ser rejoneador, ser torero a caballo?
-Si te dedicas sólo a ser rejoneador, resulta rentable pero tarda mucho. Cuando comienza a serlo, tienes que recuperar lo perdido en años anteriores. Por tanto, es muy largo el camino hasta dejar todo a cero y empezar a ganar dinero. Pero si combinas esa profesión con tratos de caballos, con domar caballos de clientes, con pajuelas incluso, lo puedes hacer llevadero y rentable.
–Si pudiese retroceder en el tiempo, ¿volvería a elegir esta profesión?
-Seguro, sin duda. Incluso con todas las dificultades que estoy teniendo, volvería a hacer lo mismo y seguiría los mismos pasos: empezar con Ángel Equísoain, estar con Pablo, sería todo exactamente igual. Me siento orgulloso de todo lo que hecho y muy agradecido a todas las personas que han pasado por mi vida como torero.
–¿Guarda todavía muchos sueños?
-Muchísimos.
–¿Desea confesarlos?
-Mis sueños son torear en Madrid, torear en Lisboa, torear en Sevilla. Y, bueno, otros muchos que me guardo para mí.