PABLO HERMOSO VUELVE A TRIUNFAR EN UNA LLENA SANTAMARÍA DE BOGOTÁ

El torero navarro logró las dos orejas del primero de su lote, llamado Atigrado. Fotografía: pablohermoo.net

Ante casi 15.000 personas –un lleno de no hay billetes-, le cortó las dos orejas al primero de su lote, un ejemplar santacolomeño de González Caicedo.

Pablo Hermoso de Mendoza regresó a la plaza de Bogotá y volvió a triunfar, como hizo hace un año y como ha hecho en las principales capitales de provincia colombianas. De la importancia de su actuación y de su figura dan fe los hechos de haber agotado las casi 15.000 entradas –el boletaje, como dicen allí- y de la presencia en los tendidos de siete ministros de Estado, incluyendo la canciller y los de Interior, Justicia y Educación, varios gobernadores y burgomaestres, líderes de industria y los hijos del presidente de la república. Personalidades del Gobierno central que daban réplica así a las intenciones prohibicionistas del alcalde de Bogotá.
Ante tal ambiente, el caballero navarro se dedicó a torear, a sorprender y a emocionar a la multitud. Compartió cartel con Luis Bolívar, que cortó una oreja, y David Mora, que paseó otra en la tarde de su confirmación de alternativa en Colombia.
El jinete estellés se enfrentó a dos toros de Ernesto González Caicedo, ambos de bonita lámina y de diferente condición: noble y a más el tercero, y soso y a menos el que cerró el festejo.
En su primera intervención puso la plaza boca abajo, provocó un auténtico alboroto. Primero sobre Estella, con la que enseñó a embestir al santacolomeño, llamado Atigrado. Después, en banderillas, con la clase, la elegancia y el temple de Silveti, que llegó en los embroques hasta los mismos del cárdeno, y con el valor temerario de Ícaro, que volvió a lucir con su toreo de cercanía ofreciendo el pecho. Este bayo dio paso a Pirata, que brilló en tres cortas sin respiro, en diversos desplantes y a la hora de permitir que su dueño terminase con un rejón en todo lo alto, perfecto de ejecución y colocación. La plaza seguía enloquecida mientras paseaba en triunfo las dos orejas del cuatreño.
Su segunda faena, ante un toro negro, desganado y mansurrón, volvió a ser un recital de toreo a caballo, con Garibaldi, Dalí, Chenel y Pirata. Incluso tuvo mejores argumentos de mérito pero la diferencia estuvo en la suerte suprema. El torero estellés falló reiteradamente a la hora de matar, pinchó en hueso en, al menos, tres intentos. Tuvo que echar pie a tierra y acertó al cuarto golpe descabello, lo que permitió que sonara un aviso, uno de los pocos recados presidenciales que el navarro habrá escuchado a lo largo de su profesión.
Pese a ello, nada impidió que saliese a hombros  por la puerta grande de la plaza Santamaría, declarada Monumento Nacional de Colombia.

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