
Hermoso a punto de clavar una banderilla montando a ‘Dalí’, que fue uno de los caballos más destacados en la plaza de Saltillo.
Salió a hombros tras cortar tres orejas a un lote de toros de Julio Delgado.
Ganado: Un novillo de De Guadiana, primero, noble, cuatro toros de Hermanos Armilla para la lidia a pie, dos deslucidos, otro manejable y el séptimo, bueno, y otros dos para rejones de Julio Delgado, segundo, distraído, y quinto, manso con transmisión.
Toreros: Cayetano Delgado (oreja), Pablo Hermoso de Mendoza (oreja y dos orejas), Alejandro Amaya (silencio en ambos) y Fermín Espinosa “Armillita IV” (silencio y dos orejas).
Lugar y fecha: plaza de toros Fermín Espinosa “Armillita” de Saltillo, estado de Coahuila (México). 2 de mayo.
Incidencias: Tres cuartos de plaza. Tarde agradable. Armillita IV y el caballero navarro salieron a hombros.
Pablo Hermoso de Mendoza rubricó el sábado pasado un nuevo triunfo en la plaza de Saltillo, en el que fue su penúltimo festejo de la temporada americana. Pese a no contar con pesos pesados de su cuadra, como Disparate, Viriato y Pirata, quizá ya preparados para su regreso a Europa, el caballero navarro dictó otras dos lecciones de toreo a caballo, premiadas con tres de las cuatro orejas posibles.
La primera la consiguió del segundo de la tarde, al que paró con Sancho, que llevó muy templado y encelado al de Julio Delgado, aprovechando su buen tranco. En banderillas, Janucá siguió disfrutando de la buena condición del toro, llevándolo pegado a su cola o a su cuerpo. Después, Chocolate, un nuevo caballo, afrontó su segunda actuación, tras haber debutado dos días antes. Con él, el estellés dejó una banderilla muy ajustada y dio paso a Dalí, que, otra vez, desparramó elegancia torera. En el tercio final, puso las cortas con Icarito, se lució con desplantes y terminó con un certero rejonazo que hizo doblar al toro.
El triunfo grande lo consiguió frente al quinto, un toro abanto, despistado de salida, que reaccionó tras el primer rejón y cambió a mejor, no casándose de embestir con temple. Con Churumay lo paró en mínimos terrenos. Seguidamente, ya en el tercio de banderillas, el estellés se lució con Duende, toreando de costado, y otra vez con Dalí, que deleitó con sus precisas piruetas y consiguió que los tendidos se le entregaran. En último tercio, Icarito permitió a su dueño clavar las cortas sin respiro; tras una rosa, terminó con un rejón en todo lo alto, que provocó la locura del público y permitió la concesión de las dos orejas, en otra gran tarde del caballero navarro.