La presencia del caballero navarro provocó la mejor entrada de la Temporada Grande en la mayor plaza de toros del mundo.
Ganado: Dos toros de Los Encinos para rejones, bien presentados, de buen juego, mejor el primero que el pobre cuarto, y cuatro de Jaral de Peñas, bien presentados y de deslucido juego, mansos en conjunto.
Toreros: Pablo Hermoso de Mendoza (silencio en ambos), Joselito Adame (palmas y silencio) y Sergio Flores (saludos y dos orejas).
Lugar y fecha: Plaza México, en México D. F. 19 de febrero.
Incidencias: Casi lleno. Más de 35.000 espectadores. Flores salió a hombros.
La presencia del caballero navarro ayer en la Plaza México provocó la mejor entrada de la Temporada Grande. Fue el último cartel de este ciclo con toreros europeos y ninguno de ellos, con las mayores figuras de a pie, consiguió tal entrada. Ayer se agotó el papel de lo numerado y presenciaron el festejo más de 35.000 personas, que no lograron ver un triunfo del torero estellés pero sí dos muy buenas faenas, especialmente la realizada ante el cuarto, con la que estuvo a punto de cortar las orejas a un toro por el que nadie daba un duro.
Y es que el fallo con el rejón de muerte emborronó una notable actuación de Pablo Hermoso de Mendoza en La México. Ante un buen toro de Los Encinos, que salió con mucho brío, el navarro toreó a placer en una labor templada y pulcra, muy medida. Con mucha suavidad paró al primero de la tarde, dejando dos rejones de castigo. Se templó después a lomos de Januca, bajando la velocidad de la faena y dejando detalles muy toreros a la hora de vaciar la embestida. Exquisitez en la ejecución. Clavó muy de frente con Dalí, saliendo de las suertes con piruetas que llegaron al tendido. Tras clavar tres cortas con suma facilidad, se esfumó el premio al atascarse el rejón de muerte.
De nuevo el rejón de muerte se le atascó en el cuarto de la tarde, un toro agarrado al piso y aquerenciado que no se lo puso fácil al navarro. Pablo destacó sobre todo montando a Disparate, caballo con el que logró emocionar al público con la suerte de la hermosina, en momentos muy emotivos templando al toro por los adentros. Faena de mucho valor técnico y de gran conocimiento de terrenos y querencias. Cuando tenía amarrado el premio, pinchó en varias ocasiones y tuvo que echar pie a tierra para descabellar.