NOBLEZA PINCHADA. CRÓNICA DE LA QUINTA DE LA FERIA DEL TORO

Talavante realizó un gran toreo de muleta, tanto con la diestra como al natural.

Talavante realizó un gran toreo de muleta, tanto con la diestra como al natural.

La tarde se saldó sin salidas a hombros porque dos de los diestros –Talavante y López Simón- fallaron con el estoque. Imágenes de Enfoque Taurino.

Ganado: Seis toros de Jandilla, bien presentados, serios de cara, astifinos, apenas picados, nobles en conjunto y de juego dispar; soso el primero, rajado el segundo, con clase el tercero, deslucido el cuarto, encastado el quinto y sin transmisión el que cerró plaza. Tercero y quinto fueron aplaudidos en el arrastre.

Diestros: Diego Urdiales (silencio y saludos desde el tercio tras aviso), Alejandro Talavante (oreja y vuelta) y Alberto López Simón (oreja tras aviso y vuelta al ruedo tras petición de oreja).

Presidencia: A cargo de Fermín Alonso, asesorado por la veterinaria María Resano y por Miguel Reta, cumplió con criterio su cometido; fue pitada por no conceder una oreja del sexto; en sonido fue mayoritaria; ¿en pañuelos?; en cualquier caso, si la llega a conceder, tampoco habría estado de más.

Incidencias: Lleno aparente. Tarde nublada y agradable, con ligera lluvia intermitente a partir del segundo toro. Los tres diestros brindaron al cielo, en homenaje al diestro fallecido Víctor Barrio.

La quinta de la llamada Feria del Toro fue como un presagio de lo que, probablemente, se avecina. La antesala de dos sesiones de triunfalismo -la de hoy y la de mañana-, en las que el toro va a quedar algo relegado a un segundo plano y el torero va a cobrar un marcado protagonismo.

Quizá me equivoque pero presiento que en esos dos festejos la suerte de varas va a ser pura pantomima (mucho más de lo que lo ha sido hasta hoy) y que la gente, ese gran público festivo, por el que cada día se llena -más o menos- la plaza, va a intentar que se concedan el mayor número de orejas posible, sin pensar que no siempre la cantidad de trofeos tiene que ver con la calidad del festejo. Veremos.

Lo cierto es que ayer esa gente se entretuvo, algo muy importante, y no por la concesión de apéndices sino porque en el ruedo hubo toreo de calidad. La estética, la plástica, se impuso a la emoción; de ésta no hubo demasiado.

Y se pudo presenciar ese toreo porque hubo materia prima que lo permitió, con matices. Lo que no hubo apenas fue suerte de varas. Si lo toros de ayer se llegan a picar, no habrían llegado útiles al último tercio.

El que mejor llegó fue el quinto, el negro Decana (qué fea manía la de este ganadero de poner nombres femeninos a los toros), que, encastado, repitió con noblez, humillado, en la muleta de Talavante, quien realizó la mejor faena de lo que va de feria y su mejor faena en la plaza de la capital navarra.

Ya lo cuajó de salida a la verónica. Y con la muleta ofreció un toreo repleto de sabor y gusto, con muletazos muy templados por ambos pitones, pero, sobre todo, con naturales parsimoniosos, trazados al ralentí. Con la otra mano, tuvo asimismo gran calidad un toreo en redondo sin solución de continuidad, interminable y a un ritmo sólo apto para ciertas manos privilegiadas. Y entre cada tanda, para alcanzar lo sobresaliente, prodigiosos cambios de mano. Pero le costó matar y esas dos presumible orejas se redujeron a una aclamada y merecidísima vuelta al ruedo.

El trofeo lo consiguió del rajado segundo, ante el que fue muy listo. El recibo que le hizo, por verónicas, tafalleras y chicuelinas, fue una lección de toreo de capa. Después, comenzó su faena en los medios, de rodillas y, ya de pie, lo toreó encimista con la diestra. Fue entonces cuando el toro se rajó y se fue a tablas en terrenos de la solanera. Allí, el pacense vendió bien la mercancía, con pases rodilla en tierra y molinetes; se ganó así la atención de los de sol; terminó con una casi entera trasera y un descabello, y cobró la primera oreja de la tarde.

Muy buena fue también la actuación de López Simón, que se llevó el otro buen toro del festejo, el tercero. Los mejores momentos de su buen trasteo los firmó con un toreo en redondo muy ligado, que provocó gran conexión. La concluyó con invertidos, pases por alto, de rodillas, y con un pinchazo recibiendo y una entera tendida. Tras una agonía de bravo, el toro dobló y el espada de Barajas cobró una oreja.

Le faltó muy poco para pasear otra y salir a hombros. Comenzó su faena de rodillas en los medios. El toro, con su embestida rebrincada, dejó ver pronto su escasa clase, se dedicó a tragar en la poderosa muleta del madrileño, que tendrá hoy su segunda oportunidad para revalidar el título de triunfador de la feria.

Urdiales, por último, careció de suerte, pechó con el peor lote. Su primero fue tan noble como soso y el deslucido cuarto, el peor del encierro. El riojano sigue sin suerte en Pamplona.

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