Jesús Aranda preparando una becerra para herrarla. Fotografía: Miguel ángel Coronado.
En la actualidad, este veterano ganadero navarro sólo echa vacas en un pueblo y lo hace por razones de parentesco.
La finca Navasalada de Villafranca, propiedad de la familia Aranda, recobró el jueves su actividad campera con la marca de veintitrés reses, entre machos y hembras de Casta Navarra. Las labores de herraje estuvieron capitaneadas por el propio ganadero, Jesús Aranda, que lleva casi cuarenta años como ganadero –desde que tenía catorce-, y que es un auténtico amante del ganado de ese encaste. Ayudado por un equipo de vaqueros y amigos, una tras otra fueron marcadas, con la A y un arco en la parte superior de esta letra, todas las reses, a buen ritmo y sin problema alguno.
Jesús, de 52 años, tomó el testigo de su padre, Nicolás Aranda Abad, que el próximo 24 de febrero cumplirá 86 años. Éste formó la ganadería en 1963 con reses procedentes de Nogué, a las que en la década siguiente añadió vacas de origen Supervía y de Celedonia Barasoain, también de Casta Navarra.
Padre e hijo, fieles a su idea de ganado bravo, han mantenido en perfecto estado hasta nuestros días, aunque ya sólo echan vacas en un pueblo, en el zaragozano de Trasobares, y por motivos familiares. “Vamos allí porque tenemos unos parientes. Los ingresos los conseguimos por la venta de nuestro ganado; las vacas nos las compran otros ganaderos y los machos acaban en tierras guadalajreñas o levantinas, destinados a festejos populares”, explicó Jesús Aranda.
Actualmente, la ganadería se compone de unas ciento cincuenta reses: noventa vacas y el resto, novillos, tanto erales como añojos, unas reses bravas que, después de más de cincuenta años, siguen siendo ejemplo de pureza de Casta Navarra.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX