Hermoso besa con cariño a una niña ingresada en le Hospital Infantil de Manizales.
El torero navarro compartió una mañana con los niños ingresados en el conocido como ‘hospitalito’.
Pablo Hermoso de Mendoza ha dejado huella en Colombia. No sólo en su faceta torera, en los ruedos, sino también en la humana. El pasado jueves triunfó en la plaza de Manizales, tras cortar cuatro orejas, todas las posibles, y a la mañana siguiente, repitió triunfo en un escenario muy diferente, el del Hospital Infantil Universitario Rafael Henao Toro de esta ciudad colombiana.
Junto a otros toreros –El Cid, Gallo, Perlaza y Perlaruiz- y tras recorrer las instalaciones del conocido como hospitalito, fue agasajado con el clásico grano de café en oro, un colgante que le impuso en el cuello una de las niñas internas.
Pero la sorpresa fue recíproca. El caballero navarro se desprendió de una de sus pulseras, la que representa a San Pablo y se la puso a la citada niña en una de sus muñecas.
Fue una de las anécdotas de una mañana tan entrañable como dura, en la que el que el torero estellés conoció situaciones personales muy complicadas, sumergidas en la alegría, espontaneidad y fuerza con la que aquellos niños afrontan sus respectivas enfermedades.
Unas horas después, Hermoso de Mendoza intervino en el festival a beneficio de este hospital. Quince mil personas acudieron a la cita y dejaron así unos jugosos para esta institución colombiana. El jinete estellés cortó las dos orejas del toro que lidió, el sexto y último de un festejo que había comenzado de noche con doce mil farolillos encendidos en las manos de los aficionados para acompañar en silencio la procesión por el ruedo de la Virgen Macarena, acompañada por las autoridades civiles y los toreros actuantes. Una imagen única, para el recuerdo, similar al que dejó Hermoso en las mentes de esos niños del hospitalito.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX