HERMOSO, 25 AÑOS Y 24 PUERTAS GRANDES EN ‘SU’ PLAZA DE ESTELLA

Hermoso de Mendoza fue agasajado por sus paisanos.

Hermoso de Mendoza fue agasajado por sus paisanos.

El caballero navarro y su discípulo Ginés Cartagena salieron a hombros tras repartirse cinco orejas.

Ganado: Seis toros de Rosa Rodrigues, el quinto en calidad de sobrero, correctos de presentación y de juego dispar; colaboradores primero, segundo y sexto, con algo de codicia el tercero y mansos perdidos cuarto y quinto.

Rejoneadores: Pablo Hermoso de Mendoza (oreja y dos orejas), Roberto Armendáriz (oreja con petición de la segunda y vuelta tras petición de oreja) y Ginés Cartagena (oreja en ambos).

Presidencia: A cargo de Ricardo Gómez de Segura, asesorado por Rosa Loranca y Juan José Crespo, regular, tirando a mal, por negar una oreja del quinto, trofeo pedido con fuerza por el público; por lo demás, correcta e incluso con buen criterio.

Incidencias: Casi lleno. Tarde nublada y calurosa. Cartagena hizo el paseíllo descubierto. Paula y Guillermo Hermoso de Mendoza, hijos del torero estellés, ejercieron de alguaciles. Tras el paseíllo, el Ayuntamiento de Estella y el club taurino de esta ciudad, representados por la alcaldesa, Begoña Ganuza y el presidente de la entidad, Juan José Crespo, homenajearon a Hermoso de Mendoza con una placa conmemorativa y diversos obsequios. Al salir el citado jinete al ruedo para comenzar la primera faena, la banda tocó en su honor “Cumpleaños feliz”, como homenaje a sus 25 años de alternativa.

Volvió a hacer de las suyas, dos faenas magistrales, de maestro, y la plaza se le rindió. No podía ser otra manera. Quince días antes de conmemorar sus veinticinco años de alternativa, Pablo Hermoso de Mendoza recibió y sintió la admiración, el verdadero cariño de los suyos, a los que correspondió con otro triunfo rotundo. Y eso que no lo tuvo nada fácil.

El que abrió plaza se dejó hacer y el estellés lo paró con elegancia, sobre Napoleón; llevó al cuatreño muy bien encelado y se recreó con tres espectaculares recortes. En banderillas, con Duende, atacó de frente y en cortas distancias para clavar dos palos y, tras los embroques, toreó templado de costado; después, con Beluga, conectó con un toreo de costado circular, con la cara del toro a escasos centímetros del estribo. En el último tercio, sobre Pirata, dejó las cortas y la pena fue que pinchó antes de dejar el rejón definitivo, lo que redujo el premio a un trofeo.

El cuarto fue un manso perdido, que irritó al caballero y que le obligó a tirar de rasmia, de la misma que hacía gala cuando contaba 23 años de edad. Dejó clara muestra de su maestría pues supo solventar los problemas y le ofreció la única lidia posible. Por ello, por parado, en banderillas, el toro no ayudó a la ejecución de la hermosina en todo su vistoso esplendor a lomos de Disparate, ni las piruetas de Habanero, en series de dos y no de tres, como acostumbra, tuvieron la espectacularidad deseada. Se superó a sí mismo y en el último tercio, ya con Pirata, se lució con dos cortas y un par del mismo tamaño a dos manos que conquistó a los tendidos. Mató de un rejón insistiendo que valió y paseó dos justas orejas. Su vigesimocuarta salida a hombros en la plaza de su ciudad natal era un hecho.

Lógico enfado

Armendáriz, por su parte, abandonó la plaza a pie, en solitario, y muy disgustado. A su primero le realizó una faena de alto nivel, especialmente con los quiebros de Grano de Oro y con un templado ofreciéndole la grupa; y también con el toreo circular y alguna pirueta de Zamorino. Pero perdió el segundo trofeo por pinchar antes de dejar el rejón definitivo.

Su segundo fue devuelto por manso imposible para la lidia. Pero, en su lugar, salió un sobrero gemelo, otro buey digno de carreta ferial, que sólo pegó arreones para cazar. Ante él, el caballero de Noain mereció una oreja por su esfuerzo, aunque se equivocó al intentar lidiarlo como si fuera un toro colaborador. La petición pareció mayoritaria aunque al palco, al parecer, no y así condenó a Armendáriz a salir de la plaza a pie.

En contraste, Cartagena, todo él, manifestaba alegría. Se llevó el lote menos malo y, algo nervioso en su primero, y bullidor en los dos, lo aprovechó sin complicarse la vida en banderillas y con alardes de doma populistas. Dos cortas al violín ante el sexto hicieron presagiar un triunfo que llegó porque anduvo apañado con el rejón letal.

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