FESTEJO ENTRETENIDO, CON LA TERNA A HOMBROS, COMO PARA HACER BOCA

Los tres matadores de toros salieron a hombros en Cintruénigo.

Los tres matadores de toros salieron a hombros en Fitero.

El Cid, El Fandi y Garrido se repartieron seis orejas en Fitero de un noble y blando encierro de Virgen María. Fotografías: Luis Fernández.

Ganado. Seis toros cuatreños y cinqueños de Virgen María correctamente presentados, salvo el segundo y el sexto bis, anovillados, nobles, que se dejaron, pero sin fuerza; el tercero fue devuelto por inválido.
Toreros. El Cid (oreja tras aviso y oreja), El Fandi (oreja en ambos) y José Garrido (ovación y dos orejas).
Presidencia. A cargo de Barda Melero López, asesorada por Francisco Sagardía Gracia y el veterinario Jesús Mª de Andrés Hualde, se excedió en la concesión de las primeras orejas a El Cid y El Fandi al no haber apenas petición. Correcta en el resto.
Incidencias. Dos tercios de entrada en una tarde muy fría y, por momentos, ventosa. Los matadores hicieron el paseíllo desmonterados. José Garrido toreó en sustitución de Paco Ureña.

Los versos elegantes de Manuel Jesús ‘El Cid’ y el valor y la ambición de José Garrido pusieron este domingo luz y calor a la gélida tarde que abrió la temporada taurina navarra en Fitero. Cortaron dos orejas cada uno a los toros de la ganadería de Virgen María, que sustituyeron a los de Montalvo. También lo hizo David Fandila ‘El Fandi’, pero su puerta grande, llena de artificios y ayuna de toreo fundamental, no debería valer lo mismo.

Los tres lograron su salida a hombros después de enfrentarse a siete animales (el tercero fue devuelto por inválido y varios adolecieron de cojera en los cuartos traseros) nobles pero muy justos de fuerza y cuyo paso por el caballo fue un mero simulacro.

Vidriero abrió plaza siendo aplaudido, como se marchó, y El Cid lo entendió bien. Con un trasteo suave, dándole espacios y distancias, el de Salteras se sintió a gusto con el astado, al que le faltó picante. A la hora de matar, el sevillano acertó a la segunda y el toro tardó en caer, lo que enfrió a un público que apenas pidió la oreja.

El Fandi recibió al anovillado Lacerado con una larga cambiada, pero pronto se dio cuenta que el animal iba justo de todo. En banderillas, el granadino exhibió sus facultades, antes de trazar una faena sin eco en la que no sonó la música de la Banda de Fitero, ni hubo petición, pero la orejita cayó.

Tras devolver a Liriquillo, Garrido corrió turno y lidió a Elegido. Con él, el extremeño mostró su elegancia con el capote antes torear al unipase porque Elegido se rajaba, lo que hizo que su labor fuera ovacionada.

El Cid y Canario, que murió como toro y tal vez fuera todavía novillo porque nació en marzo de 2014, cuajaron lo mejor de la tarde. El sevillano sacó a relucir esa izquierda con la que pudo reinar y trazó larguísimos naturales. Lo hizo sereno, al son de las embestidas dulces del animal, cuyo buen son se fue apagando poco a poco. La espada, dura y en lo alto, pero sólo media, hizo que Canario tardara en ser visitado por la parca, pero esta vez el público no se enfrió.

El valor de Garrido

Tampoco lo hizo tras el trasteo de El Fandi con Nigeriano, que quería pero apenas podía. A pesar de ello, el granadino sacó algunos derechazos y naturales aceptables antes de matar al toro. Su efectividad con la tizona le valió para lograr su segunda oreja.

Y si El Cid cuajó lo más bonito de la tarde, José Garrido hizo lo más emocionante con Tremendo, otro astado justo de cuajo, pero astifino y de bella lámina, y también en la frontera entre la juventud y la adultez. Como todos, el castaño salió muy flojo. Tras un inicio con dos caídas y un trasteo de rodillas, el noble Tremendo fue a más en la muleta que portaba un Garrido cuyo traje de luces relucía en una oscuridad que ya había ganado la batalla al día. Con la zurda, el extremeño, llamado a ser figura, dejó series profundas y ligadas antes de pegarse un arrimón en busca de las orejas. Lo hizo en un palmo de terreno, donde logró una gran serie culminada con un trincherazo. Después llegaron unas manoletinas que caldearon más un ambiente que ‘estalló’ cuando Garrido metió la estocada hasta la bola. Eran dos orejas de ley, y cayeron del tirón.

Crónica de Íñigo Sanz publicada en Diario de Navarra.

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