Puertita grande de Julián López “El Juli”, que cortó una oreja a cada uno de su lote por la generosa petición del público.
Ganado: Cinco toros de Domingo Hernández y uno, el cuarto, de Garcigrande, desiguales de presentación, alguno de escaso trapío, otro atacado de kilos, zambombo, alguno sin culata, serios de cara, nobles, con clase, encastaditos un par, pero muy medidos de fuerzas. Tercero y cuarto fueron aplaudidos en el arrastre.
Diestros:
Juan José Padilla: vuelta por su cuenta y silencio.
Julián López “El Juli”: oreja en ambos. Salió a hombros.
Miguel Ángel Perera: oreja y silencio.
Presidencia: A cargo de Román Luzán, asesorado por Migue Reta y Rosa Loranca, cumplió correctamente su cometido.
Incidencias: Lleno hasta la bandera. Tarde soleada y calurosa. Matadores de toros, subalternos y picadores hicieron el paseíllo descubiertos para reivindicar el valor cultural de la fiesta taurina. A la muerte del primero, saltó al ruedo un espontáneo, holandés al parecer, que fue reducido y recibirá la sanción correspondiente.
La plaza de Pamplona fue ayer un ejemplo de cómo se concibe la democracia actual. El pueblo, mediante pañuelos, otorgó tres orejas y ejerció así su sufragio, su derecho a voto. Sin embargo, quedó al descubierto en cuanto a su ignorancia sobre la fiesta de los toros. Premió una faena culminada con una estocada baja; otra, realizada ante un toro sin pitones; y no sólo negó sino que guardó silencio a la faena con más quietud, con más argumentos de la tarde, la de Perera al débil sexto; la concluyó como la de El Juli, con un pinchazo previo a la estocada definitiva; el pacense dejó media que sirvió, pero en este caso la soberanía popular no sólo no sacó pañuelos sino que guardó silencio antes de encaminarse a abandonar el circo. Un feo homenaje a la vieja Grecia, cuna de la democracia.
Sin convencer
Respecto a la materia prima, se lidió una corrida del hierro preferido de El Juli, un encierro que no parece muy propio de una feria llamada del toro y que ayer no terminó de convencer.
Muy desigual de presencia, hubo un toro muy atacado de kilos, zambombo, el primero; otros, no rematados de culata, terciados, de escaso trapío. Y, sobre todo, otro, el quinto, que se lidió completamente despitorrado. De vergüenza. Sus dos pitones, completamente escobillados, no astillados, pusieron en evidencia, sacaron los colores a una feria que presume de ser la del toro. Sería más que interesante que se realizase un análisis de las astas de este toro, llamado Juguetón, y, claro está, que se diesen a conocer públicamente los resultados. Ver la imagen de ese toro en el ruedo pamplonés fue bochornoso.
Pues bien, a la mayoría del público, no le debió importar tan sonrojante hecho, ya que acabó premiando una faenita, culminada con una estocada previo pinchazo. Y es que lo de ayer fue el todo vale. A ese toro, El Juli le realizó una faenita por ambos pitones, muy en su estilo, pero carente al completo de emoción. El toro tuvo nobleza, poca clase y escasas fuerzas, y cuando no conseguía pasar, pasaba el torero.
El diestro madrileño le realizó al segundo, con clase y justas fuerzas, una faena aseada, correcta, por ambos lados que no dijo mucho por la sosería y el corto recorrido del astado. Mató de una trasera de efectos rápidos, que causó sensación en el público, que no dudó en pedir trofeo. Una más una, dos y puerta grande de escaso valor artístico.
El tercer trofeo lo consiguió Perera de un toro encastadito pero muy justo de energías, con escaso motor. Tras unas manoletinas, mató de una casi entera caída y el soberano público le premió.
Mejores argumentos toreros mostró el de Badajoz ante el sexto, un toro de escasas fuerzas que se acabó pronto. Comenzó la faena de rodillas, por alto y por derechazos. Siguió en los medios, toreando por derechazos y naturales, en series cortas, con los pies clavados en la arena. Al final, tuvo que acortar distancias en plan arrimón porque el toro no daba para más. Pinchazo, estocada y silencio del respetable. Incomprensible.
Por último, Padilla estuvo pendiente más del show que de torear con seriedad. Al primero lo recibió a portagayola, con dos largas cambiadas de rodillas posteriores y alguna verónica. Con la muleta instrumentó cinco tandas ante un toro al que ya le costaba pasar después de la segunda. Faena larga, de escaso contenido, estropeada con el estoque y por el puntillero. El jerezano dio una vuelta que nadie pidió. Peor fue lo del encastado cuarto, el mejor de la tarde, ante el que se pasó de faena.