DIEGO HERMOSILLA SALE A HOMBROS EN LA PLAZA MADRILEÑA DE CANENCIA

Hermosilla pasea en Canencia de la Sierra las dos orejas del segundo de la tarde.

Hermosilla pasea en Canencia de la Sierra las dos orejas del segundo de la tarde.

Le cortó las dos orejas al primero de su lote, un toro premiado con la vuelta al ruedo.

El matador de toros Diego Hermosilla, que ha estado afincado en Tudela durante doce años, triunfó el sábado pasado en la plaza madrileña de Canencia de la Sierra, en el que fue su tercer paseíllo de la temporada. En ese escenario, que se llenó en algo más de la mitad de su aforo, el joven gaditano, vestido de grana y oro, toreó mano a mano con Antonio Rosales, quien logró una oreja del tercero.

Se lidiaron cuatro toros de la ganadería cordobesa Los Rodeos, vacada de bravo adscrita a la Unión de Criadores de Lidia y formada con reses de Guadalest, Torreherbreros y Torrehandilla. El encierro, tuvo kilos y bonitas hechuras, estuvo bien presentado y ofreció, en conjunto, ofreció un juego dispar, con un toro, el segundo, que por su calidad fue premiado con la póstuma vuelta al ruedo.

Precisamente, ante este ejemplar consiguió Hermosilla el triunfo de dos orejas. Lo paró con elegancia a pies juntos y después, al salir del caballo, se lució en un quite por la espalda. Comenzó la faena por estatuarios y lo toreó seguidamente por ambos pitones, en un trasteo en el que destacaron dos extraordinarias series de naturales. Pudo cortar un rabo pero el estoconazo en todo lo alto vino precedido de un pinchazo arriba, lo que redujo el premio a las dos orejas del buen toro. Vuelta póstuma al toro y vuelta del diestro con los dos trofeos junto al mayoral de la ganadería.

El cuarto y último salió abanto. Tras recibir un puyazo, de inicio tomó bien la muleta pero se paró muy pronto y acabó rajado. Hermosilla optó entonces por un auténtico arrimón, en el que sus muslos tocaron varias veces los pitones del astado. Pudo cortar una oreja pero terminó con media estocada, trasera, que hizo que el toro tardase en doblar. Los ánimos del público se enfriaron y, finalmente, imperó en la plaza el silencio, roto por la cálida salida a hombros del joven matador de toros.

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