CABALGANDO ENTRE PINCHAZOS. CRÓNICA DE LA SEGUNDA DE PAMPLONA

Hermoso se adorna con 'Pirata' en una imagen muy en blanco y rojo.

Hermoso se adorna con ‘Pirata’ en una imagen muy en blanco y rojo.

La única oreja de la muy calurosa tarde fue a parar a Hermoso de Mendoza, que deleitó con su toreo.

Ganado: Seis toros de El Capea -primero y cuarto con el hierro de su esposa, Carmen Lorenzo-, bien presentados, nobles, nada problemáticos, colaboradores en conjunto, pero sin codicia, excepto el cuarto y el sexto, que la tuvieron.

Rejoneadores:

Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y oreja.

Sergio Galán: silencio y saludos por su cuenta.

Roberto Armendáriz: silencio en ambos.

Presidencia: A cargo de Pedro Bañales, asesorado por Fernando Moreno y el veterinario José María Razquin, condescendiente con la concesión de la única oreja de la tarde -del cuarto-, pasó desapercibida.

Incidencias: Lleno aparente, con algo de cemento en andanada. Tarde soleada y muy calurosa. Los tres jinetes abandonaron la plaza a pie.

A toro pasado, lo mejor de la tarde taurina de ayer, de la segunda de abono, fue el magnífico ambiente que se vivió en la plaza. Le pese a quien le pese -que le pesa-alrededor de veinte mil personas -¡vaya manifestación a favor de la cultura taurina!- se dieron cita en la plaza de toros con la esperanza de disfrutar de una gran tarde de toreo a caballo.

Y, aguantando la calorina, chicharra, el fuego de lorenzo, la sudó, como verdaderos valientes y portando como bandera común el toro, el de lidia, el llamado bravo, que muchas veces no lo es, todas esas almas disfrutaron con una estupenda tarde de toreo a caballo, que se saldó con un solitario trofeo porque ninguno de los tres jinetes anduvo certero con el rejón letal; perdón, más bien los tres estuvieron pinchones, mataron mal y, por ello, no hubo manera de premiar unas faenas que, quitando la suerte suprema, merecieron premios por su calidad.

Y, a pesar de este defecto, común en los tres, la gente disfrutó contemplando la elegante figura de los caballos, de unas monturas que dan la cara ante los toros más que muchos toreros de a pie.

Oreja fácil

El único trofeo lo consiguió el maestro, el más veterano de los rejoneadores frente al mejor toro del encierro salmantino, el cuarto de la tarde y gracias a que el día 6, la víspera de San Fermín, no existe el problema de la merienda. El público es otro, muy distinto al de hoy.

Hermoso paró al cuarto con el temple y la elegante sencillez de Churumay, que toreó sereno trazando círculos cada vez menores. En banderillas, lució el poderío de Berlín, que se gustó ante el astado salmantino, y la osadía de Ícaro, que enfrentó su cara a la del toro, en mínimas distancias, con un medido toreo circular al alcance de muy pocos caballos toreros.

El público ya empujaba al estellés llegado el último tercio. Salió Pirata, la montura mexicana que no conoce rival, que incluso muerde a los toros, y el caballero navarro se lució tranquilo con tres cortas sin respiro y un espectacular par a dos manos. Sólo quedaba la suerte suprema. En los tendidos se barruntaba un premio grande a lo visto. Pero Hermoso pinchó en dos ocasiones antes de dejar el rejón definitivo. Algo que no pareció afectar al cautivado público, que reclamó una oreja y la consiguió.

Ante el que abrió plaza, tan colaborador pero falto de codicia, el torero logró conectar con los tendidos con el toreo de costado de Disparate y sus hermosinas, que no terminaron de cuajar por la aborregada condición del astado. Después, con Beluga y su toreo en redondo de cercanías, consiguió que el público se implicase en el trasteo. Parecía que la faena iba a ser de triunfo grande pero los pinchazos se sucedieron y todo quedó en nada.

Calidad a caballo

El otro navarro, Armendáriz no anduvo a la zaga del estellés. Realizó dos vistosas faenas que calaron en el público, merecedoras de trofeos. Para ello, debían haber estado bien rematadas con el rejón letal, pero el punto de mira, en esta ocasión, anduvo desviado.

Ante su primero, con Grano de Oro ofreció un recital de toreo a caballo de alta escuela, y lo mismo hizo con Prometido y Bombón ante el que cerró plaza. El caballero de Noáin se había ganado la puerta grande con su toreo pero la perdió por no saber rematar sus trasteos con el rejón letal.

Igualmente falló al matar Galán, al que se le vio más impreciso que en otras actuaciones en el mismo escenario. En resumen, el rejón de muerte, su mal uso, marcó un gran tarde de rejoneo.

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