El pasado ciclo taurino pamplonés se ha caracterizado por los generosos pitones, por la nobleza de la mayoría de los toros, por una alarmante escasez de fuerza y por la lidia de muchos cinqueños.
Respecto a la presentación de las ocho corridas de toros, se puede afirmar que estuvo por encima del aprobado, aunque hubo bastante más desigualdad en los encierros que en ferias anteriores. Sólo uno de ellos suspendió, el de Garcigrande, ya que algunos ejemplares anduvieron escasos de trapío.
Pese a ello, el equipo veterinario, sólo rechazó un toro, un ejemplar de Garcigrande, de los casi sesenta que llegaron al Gas. El año pasado, no superó el reconocimiento otro toro, de Dolores Aguirre, pero hace dos, en 2013, fueron rechazados nada menos que dieciséis, de ganaderías tan señeras como las de Cebada Gago, Torrestrella y El Pilar. Este año debían haber sido echados para atrás un mayor número de toros.
En lo referente al juego, no aprobó ninguna, suspendió cada una las ocho corridas de toros. De ahí que, con buen criterio, el premio de la Feria del Toro haya quedado desierto.
Las cinco corridas de procedencia Juan Pedro Domecq atesoraron nobleza, incluso clase, pero carecieron de las fuerzas mínimas para la lidia, para transmitir, para que en el ruedo se pudiese apreciar alguna dosis de emoción. Y, al revés, las otras tres, las consideradas duras, tuvieron más energías pero carecieron de calidad. Como se puede apreciar, el resultado fue una feria muy deslucida en cuanto a la materia prima.
Y ante esta preocupante carencia de fuerzas, la suerte de varas fue pura pantomima en la mayoría de las tardes. Gran parte de los toros quedaron crudos para poder aguantar en el estético último tercio. ¿Será así el toro de la segunda mitad del siglo XXI? Eliminada la suerte de varas, un toro que aguante en pie una faena tan larga como estética, apto para el matador de toros más limitado técnica y artísticamente. Espero equivocarme.
Esa alarmante falta de fuerza de los toros resulta más preocupante si se tiene en cuenta el siguiente dato: de los 57 ejemplares que fueron desembarcados en los corrales del Gas, nada menos que 30, algo más de la mitad, fueron cinqueños. Y 30 toros de cinco años son muchos. Todas las ganaderías trajeron alguno; la que más, Conde de la Maza, ocho de ocho; y la que menos, Fuente Ymbro, uno de siete.
Y cinqueño fue el toro premiado con el Carriquiri y por el Club Taurino de Pamplona, el llamado Costurero, uno de los pocos toros buenos de la feria, pero no merecedor de premios. Es lo que faltaba, premiar a buen manso.