A HOMBROS EN SANGÜESA EL PODERÍO DE PÉREZ Y EL GUSTO DE SILVETI

Bernardina de Silveti al sexto de Los Recitales,,con el que triunfó.

Bernardina de Silveti al sexto de Los Recitales,,con el que triunfó.

Buen encierro cinqueño de Los Recitales, que fue arrastrado sin cinco de sus doce orejas.

Ganado: Seis toros de Los Recitales, bien presentados, todos cinqueños, no sobrados de fuerza, nobles, sin una mala intención y tres de ellos -tercero, quinto y sexto- con clase; el tercero fue aplaudido en el arrastre.

El Capea: oreja y silencio.

Román Pérez: oreja con petición de la segunda y oreja. Salió a hombros.

Diego Silveti: saludos desde el tercio tras aviso y dos orejas. Salió a hombros.

Presidencia: A cargo de Santiago Guallar, asesorado por Pedro Oteiza y Gonzalo Gómez Nicuesa, cumplió bien su cometido, pese a que fue algo generosa con la concesión de la segunda oreja del sexto.

Incidencias: Tres cuartos de plaza. Tarde soleada y agradable. Los tres diestros hicieron el paseíllo desmonterados. Magnífico ambiente en toda la plaza.

Buena tarde de toros la vivida ayer en la que nunca faltó. Funcionó la materia prima, la mano de obra, la climatología y la asistencia de público. ¿Qué más se puede pedir?

Al encierro de Los Recitales sólo le faltó más fuerza para poder hablar de una memorable corrida de toros. Todos los ejemplares fueron muy cuidados en varas; un picotazo, marcar y… salvo el quinto, el mayor de la tarde, un toro que peleó en el peto en un puyazo largo.

Respecto a su comportamiento, fue ideal para los toreros, ya que, además de su justeza de fuerza, no tuvieron una mala idea, derrocharon nobleza, tuvieron fijeza y embistieron y repitieron humillados. La pena fue que esa falta de energías se tradujo en escasa transmisión -no en todos los casos- y, por tanto, en falta de emoción, básica, completamente necesaria para el espectáculo.

En lo referente a la mano de obra, falto poco para que se diese una paradoja: irse de vacío quien mejor había toreado. Por fortuna, no sucedió y, finalmente, Silveti salió a hombros, como merecía.

El mexicano recibió a sus dos toros con elegantes verónicas a pies juntos. En el último tercio, su primero, el tercero, atesoró calidad, embistió muy humillado y repitió con fijeza en el engaño. Y el americano no lo desaprovechó. Comenzó su trasteo con estatuarios, junto a tablas, y después mostró repertorio con gusto por ambos pitones. Faena de dos orejas, algo desdibujada por una entera que hizo mucha guardia, otra pelín desprendida y un descabello.

Silveti volvió a torear con mando, gusto y temple al que cerró plaza, otro buen toro, encastado, sobre todo por el pitón derecho, que tuvo calidad; como la tuvo el toreo del mexicano, que conquistó la plaza con unas bernardinas cambiando alternativamente de pitón. El pinchazo que precedió a la estocada no impidió la concesión del doble trofeo.

El otro gran triunfador fue Román Pérez, que disfrutó asimismo de un buen lote. Elaboró su puerta grande frente al dócil segundo, nada sobrado de fuerza, y ante el quinto, que embistió barriendo la arena con su hocico. Ante ambos, realizó dos trasteos de poderío, algo exentos de finura, y en su segunda intervención debió dar otra distancia al noble cinqueño, no estar tan encimista. Su seguridad con el estoque fue determinante también para abrir la puerta grande.

El único diestro español, El Capea, tuvo que pechar con el peor lote, con el menos bueno, dos toros tan nobles como blandos, el primero y el cuarto. Mostró buenas maneras ante los dos pero tardó más en matar a su segundo y perdió así el triunfo grande.

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