VUELTA AL RUEDO A UN TORO DE GANADERÍA DE PINCHA EN LODOSA

Javier Orozco, primero por la izquierda, poco antes del paseíllo. Mario Sotos, tercero por la derecha. Fotografía: Suberviola.

Javier Orozco le cortó las dos orejas a un bravo ejemplar, que completó un muy buen encierro del ganadero navarro José Antonio Baigorri. Galería de imágenes.

Ganado: Cuatro toros de Ganadería de Pincha, bien presentados, nobles, con clase, a los que les faltó un punto de fuerza; el tercero tuvo que ser devuelto tras romperse una mano y el cuarto, Cantinero, fue premiado con la vuelta al ruedo por su bravura.

Toreros: Mario Sotos (ovación en ambos) y Javier Orozco (ovación tras aviso y dos orejas).

Lodosa disfrutó ayer del primer festejo de su feria, que cumple la decimocuarta edición del Piquillo de Oro. Y disfrutó gracias al buen juego de los toros de Ganadería de Pincha, del lodosano José Antonio Baigorri, y de la buena disposición de los dos matadores, que buscaron constantemente el triunfo, aunque sólo uno lo logró.

Los toros lodosanos tuvieron nobleza y clase, en mayor o menor medida, y sólo les faltó un punto más de fuerza, para hablar de un encierro para el recuerdo. Y dentro de este buen encierro destacó el cuarto, Cantinero, un utrero que embistió con fijeza y con generoso recorrido, un bravo novillo que no se cansó de embestir.

Sotos realizó dos buenas faenas, merecedoras de premio, pero con la espada… ¡vaya sainete! Por ahí perdió el triunfo grande. Ante el que abrió plaza, Oloroso, comenzó la faena en los medios y mostró buen estilo, sobre todo al natural y en una tanda de redondos invertidos. Su segundo, el sobrero Rascatripas, otro gran utrero por su clase, cumplió en varas. El diestro comenzó con largos naturales y acabó tirando de repertorio, variado y templado, por ambos pitones. Pero, de nuevo, estoque y descabello se le volvieron a atragantar.

Orozco, por su parte, saludó con temple y buen estilo a su primero, que derribó al caballo. En el último tercio, estuvo centrado, toreó por los dos pitones, dio distancia y tiempos, y completó así una buena faena. Pero falló en la suerte suprema y se tuvo que conformar con una ovación. Al cuarto, el bravo Cantinero, el mejor toro de la tarde, lo recibió con unas mecidas verónicas. Con la muleta, el diestro vio enseguida que el toro tenía clase y que humillaba con fijeza. Aprovechó la buena condición del bravo y dibujó una faena por ambos pitones, limpia y templada. Mató de una estocada corta, de la que el toro rodó de manera fulminante. Dos orejas y puerta grande para Orozco, y póstuma vuelta al ruedo al bravo Cantinero.

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