VUELTA A UN UTRERO DE BAIGORRI Y TRIUNFO ROTUNDO DE FONSECA

Fonseca da la vuelta al ruedo tras haber conseguido las dos orejas del magnífico segundo de Ganadería de Pincha.

El novillero mexicano salió a hombros tras cortar cuatro orejas, la última con ayuda del palco. Reportaje fotográfico: Alberto Arelizalde.

Ganado: Seis utreros de Ganadería de Pincha, bien presentados, algo desiguales,y de juego dispar, con el segundo, Soñador, número 7, negro mulato, de 428 kilos, premiado con la vuelta al ruedo.

Novilleros: Jorge Martínez (silencio en ambos), Isaac Fonseca (cuatro orejas) y Álvaro Alarcón (silencio y oreja).

Presidencia: A cargo de José María Sevilla, asesorado por Juan Ignacio Ganuza y el veterinario David Navarro, se mostró generosa en la concesión de la segunda oreja del quinto y en una del sexto; por lo demás, correcta.

Incidencias: Tres cuartos de plaza. Tarde agradable. El banderillero Jesús Robledo ‘Tito’ fue atendido en la enfermería de la plaza de toros de ‘un puntazo en la cara interna de la tibia derecha, ocurrido con la puntilla en el segundo novillo de la tarde. Pronóstico: Leve que no le impide continuar la lidia’, según reza el parte médico.

Pamplona ya tiene su primer gran nombre. El toreo y México, también: Isaac Fonseca. Pocas eran las quinielas que daban por segura su presencia al sufrir hace escasos días en Madrid una grave cornada en el muslo y una fractura en la mandíbula. Hace una semana, el mexicano se encontraba en la camilla de un quirófano y siete días después, un ciclón llamado Fonseca conquistó a lo grande Pamplona con cuatro orejas aún con las heridas de guerra abiertas y selladas por el acero de los puntos. Fue el triunfo del querer ser, conjugado con un toreo de mano baja, siempre buscando la longitud larga en los trazos. Pero también el de tener una cabeza privilegiada unida a un arresto simpar y una virtud natural: el de saber medir al público y conectar con él.

El primero de la tarde, resultó ser pronto, con recorrido y clase en la embestida. Fue muy noble pero le faltó un punto de fuerza. Jorge Martínez inició la faena con dos tandas por el derecho, con muletazos ligados. Cambió la muleta a la mano izquierda, y su toreo no logró calar en los tendidos. Insistió para bien por ese mismo lado, donde inició una nueva tanda con florituras estéticas: vitamina, cambio de mano y pase de pecho; para posteriormente templar bien con la zurda. Acortó los terrenos y el novillo le protestó. El utrero pedía tiempos y distancias. Se llevó una voltereta sin consecuencias. Mató de un pinchazo y media en lo alto. Silencio.

El segundo de su lote de inicio no se empleó. El novillero Martínez hizo una faena de menos a más, y logró al final dar tres buenas tandas por naturales, porque el novillo mejoró su comportamiento. Faena insistente y de valor, que malogró con un feo metisaca bajo. De nuevo, silencio.

La expectación se centró sobre el novillero mexicano Isaac Fonseca, a quien le tocó la suerte de tener el mejor novillo del encierro, Soñador, número 7, negro mulato bragado meano, premiado con la vuelta al ruedo, que aprovechó a cabalidad. Inicio de hinojos, donde el burel se arrancó desde el tercio hasta los medios, derechazos muy largos y de buen gusto. Posteriormente con la izquierda no logró la limpieza en todos los muletazos. Volvió a la senda derechista y ahí logró muletazos con mucho temple. Después de un circular, alargó a un más los pases con la diestra, que remató con un cambiado por la espalda que emocionó al graderío. Después de manoletinas ceñidas, mató de una buena estocada, ligeramente desprendida. El presidente no dudó en entregar las dos orejas que la afición exigió al momento.

Ante el quinto de la tarde, noble y soso, Isaac se inventó una faena que el novillo no tenía. Empero, cuando un novillero busca ser figura y persigue a toda cosa el triunfo, no hay óbice que le valga. Después del sentido brindis, a base de arrimarse e insistir, logró arrancar pases de mucho mérito. Faena por demás interesante y con mucha estructura. Con un volapié sin mácula, rodó el novillo sin puntilla. De nuevo, con una afición exultante, se le concedieron las dos orejas, aunque con una bastaba.

A Álvaro Alarcón la tarde le vino grande. El tercero resultó deslucido, tiró derrotes, le enganchó la muleta y le desarmó varias veces. Mató de una casi entera y el púbico guardó silencio. El que cerró plaza fue un buen novillo que, aburrido, fue a menos. Le realizó una faenita de escaso relieve, en la que hubo algunos pases con limpieza. Tras un pinchazo, mató de una casi entera. La petición nunca fue mayoritaria pero el presidente le concedió una oreja.

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