Víctor Hernández recibiendo de capa al burraco cuatreño de Ganadería de Pincha.
El novillero madrileño se pudo lucir ante dos ejemplares de buena condición pero con las manos lastimadas. Reportaje fotográfico.
Sin duda alguna, para el novillero fue un gran entrenamiento. Víctor Hernández se lució hace unos días en la finca El Ontanal, en Lodosa, donde se cría el ganado bravo de José Antonio Baigorri. El novillero madrileño se las vio con un cuatreño y un cinqueño, ambos con algunas manos deshechas.
Pese a ello, los dos toros mostraron buena condición y el de Los Santos de Hunosa se pudo lucir ante ellos. Juan Manuel Sangüesa se encargó con buen estilo de la suerte de varas. El cuatreño, un bonito burraco, tuvo calidad y mostró suavidad en la embestida, cualidades que aprovechó Hernández de principio a fin.
Más importancia tuvo el cinqueño, negro de capa, por su hechuras y por su motor. Pese a tener las dos manos lesionadas, embistió con nobleza y entregado. La pena fue que, por su entrega y por ese defecto, dio varias veces la vuelta de campana. Tuvo mucha clase pero no por eso fue fácil, porque resultó exigente dado su motor. El novillero, que en el pasado mes de marzo abrió la puerta grande de Las Ventas y que puede ser uno de los que lidie la novillada picada en Pamplona el próximo 5 de julio, volvió a dejar muy buena imagen ante ese cinqueño, que acabó en el matadero, después de haber convencido a su criador.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX