TERCERA DE LA FERIA DE TUDELA. CRÓNICA. ENFANDIÑADOS

El quinto tris de Santiago Domecq intentó dos veces saltar la barrera. Fotografía: Villa López.

El vizcaíno realizó la mejor faena de la feria y, como Paquirri, cortó una oreja. El Fandi, entregado, fue el único que se fue de vacío pero recibió una sentida ovación cuando iba a la enfermería.

Ganado: seis toros de Santiago Domecq, sólo correctos de presentación por demasiado cómodos de cara, nobles y manejables aunque justos de fuerza los cuatro primeros, manso con genio el quinto, segundo sobrero, y con clase, calidad, encastadito, el sexto, que fue aplaudido en el arrastre.

Rivera Ordóñez ‘Paquirri’: silencio y oreja.

David Fandila ‘El Fandi’: silencio y saludos tras petición de oreja.

Iván Fandiño: oreja con petición de la segunda y saludos desde el tercio.

Presidencia: a cargo de Natalia Castro, asesorada por Rosa López y Francisco Javier Garijo, cumplió con buen criterio su cometido.

Incidencias: más de un tercio de plaza. Tarde agradable. Fandiño hizo el paseíllo desmonterado. El Fandi fue curado en la enfermería de un corte de tres centímetros en la mejilla izquierda.

Una de las bases donde se asienta la grandeza de la fiesta de los toros es la falta de un guión predeterminado; dicho de otro modo, que en cada festejo suceden cosas diferentes, que no hay uno igual a otro. Esa serie de sucesos inesperados provocan diversión en el público, siempre que no sucedan grandes desgracias, e incrementan el interés de la tarde.

Pues bien, la de ayer fue más que rica en estos matices. Tras la muerte del cuarto, mientras Paquirri esperaba a cobrar la oreja que había ganado, las mulillas, antes de enganchar al toro, enloquecieron, se escaparon sueltas y dieron a galope tres o cuatro vueltas al ruedo. Pero lo más extraño estaba por llegar.

Salió el quinto, un burraquito, y comenzaron las protestas del público; no porque cojease, no por no tenerse en pie, no por manso declarado, sino por despitorrado, por mostrar sus dos pitones completamente astillados. El toro regresó dócil a los corrales. Pisó la arena el primer sobrero, del mismo hierro, y, tras derrotar en un burladero, le pegaron un capotazo por alto, del que salió descoordinado, completamente dañado.

De nuevo, pañuelo verde. Los bueyes se lo llevaron y saltó al ruedo el segundo sobrero, también de Salvador Domecq. Una de sus primeras intenciones fue saltar la barrera junto a un burladero, al que le arrancó una madera, que fue a parar a la cara de El Fandi. Al granadino, ensangrentado, le costó recuperarse, pero lo hizo, en otra muestra de su loable pundonor. El toro, llamado Mulato, volvió a intentar escapar y provocó, sobre todo, cierta psicosis en ciertas personas de los tendidos, quienes, nerviosas, buscaron refugio en localidades más altas. Pero, bueno, al final, entre tantas cosas y, por fortuna, no pasó nada; sólo que el festejo se alargó bastante más de lo normal y que, desde un punto de vista positivo, el público pagó por seis toros y acabó viendo ocho.

Gusto y temple

En lo meramente taurino, Iván Fandiño derramó por el ruedo tudelano aromas de toreo caro, cargados de quietud, elegancia y gusto. Le correspondió el mejor toro del encierro, el que cerró plaza, Cautivo, que no supo liberarse de la artística muleta del vizcaíno.

Llegaba con los efectos en el cuerpo de la paliza recibida el día anterior en la plaza de Valencia, pero no los acusó en ningún momento. Siempre con las ideas claras,  lo toreó con gusto y a su gusto, lo llevó embebido en el engaño en varias series de redondos de muchos quilates. Los episodios al natural fueron asimismo lo mejor de la feria y además los remató grandiosamente con trincherazos de cartel. Se mascaba la insistente petición de dos orejas pero no acertó ni con el estoque ni con el descabello y todo se redujo a una gran ovación a un torero que mereció la puerta grande.

Y ya estuvo a punto de lograrla frente a su primero, un toro noble, justito de fuerza, al que comenzó toreando parsimonioso. La pena fue que el toro se rajó a las primeras de cambio y que el resto de la faena transcurrió junto a tablas, donde, pese a todo, dibujó otra gran tanda en redondo a pies juntos. Mató de una en la que todo lotuvo que hacer el vizcaíno y cobró una oreja con toda justicia.

Oreja de mucho más peso que la que paseó Paquirri, tras una faena correcta, en la que le faltó meterse más con el toro y tras la que su taleguilla terminó impoluta, sin mancha de sangre. Ante el que abrió plaza, no se sintió tan cómodo ni terminó al primer intento.

El Fandi tuvo una tarde marcada por la mala suerte. Ante su terciado primero, Manipulado (¡vaya nombre!), no pasó de voluntarioso. Y frente a ese quinto tris mereció una oreja que tampoco cobró.

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