Carlos Aranda, que entró a última hora en el cartel, consiguió la única oreja de la tarde.
Ganado: Seis utreros de Marqués de Albaserrada, bien presentados, en tres y tres, más chico el primer trío, y de escaso juego, descastados, salvo el noblote tercero.
Novilleros: Ricardo Maldonado (vuelta al ruedo tras petición y silencio), Alejandro Conquero (silencio y silencio tras aviso) y Carlos Aranda (oreja y silencio tras aviso).
Presidencia: A cargo de Carlos Javier Calvo, asesorado por el veterinario Isaías Bautista y por Francisco Javier Campo, cumplió correctamente su cometido.
Incidencias: Media plaza. Cuarta y penúltima de feria. Tarde soleada y agradable. Los tres novilleros hicieron el paseíllo desmonterados. Aranda toreó en sustitución del murciano José Manuel, no repuesto de un percance. El subalterno Rafael García saludó montera en mano tras parear al tercero de festejo.
El penúltimo festejo de la feria de Peralta tuvo escaso contenido torero debido en gran parte a lo descastado de un ganado, que defraudó sin paliativos. Un encierro con los tres primeros más chicos y con el resto más cuajado; de hecho, tanto el quinto como el sexto recibieron lo suyo en varas. Y este escaso juego de la materia prima se tradujo en faenas insípidas, de muy escaso calado en los tendidos.
Ante tal panorama, la única oreja de la tarde la consiguió, precisamente, el novillero que entró a última hora en el cartel, en calidad de sustituto, Carlos Aranda, que aprovechó a su manera el mejor utrero de la tarde, el noblón tercero, que repitió en el último tercio y se dejó hacer.
El de Daimiel se fue entonando a medida que avanzaba su faena, basada toda en el pitón derecho. Y como la estocada, algo desprendida, hizo su efecto cobró una oreja de no mucho peso.
El segundo de su lote, sin clase, se dejó hacer también. Su trasteo se sustentó en la insistencia por el pitón derecho. Y de haber matado bien, le habrían pedido otro trofeo, pero no fue el caso; un pinchazo, un bajonazo y dos descabellos impidieron toda posibilidad de triunfo.
Maldonado, por su parte, pudo cobrar una oreja del que abrió plaza, un utrero blando. El vallisoletano toreó bien con la diestra y mató de media que sirvió, ya que el novillo, a esas alturas, sólo quería echarse. Su segundo, el cuarto, fue muy deslucido; se quedaba a mitad del pase y el novillero nunca logró acoplarse y no fue capaza de llegar al público.
Conquero, por último, estuvo falto de ideas frente a su primero y lo mató mal. El quinto recibió de lo lindo en el caballo y acusó este castigo en el último tercio; es decir, llegó a él prácticamente muerto.