TALAVANTE REALIZA LA MEJOR FAENA DE LA FERIA ANTE UN GRAN JANDILLA

Natural de Alejandro Talavante, que realizó una gran faena, sin premio.

El fallo a la hora de matar le obligó a irse de vacío de la Feria de San Fermín. Reportaje fotográfico: Rubén Albarrán.

Ganado: correctos de presentación, mansos en los caballos, con las fuerzas justas -especialmente el segundo-, codiciosos, nobles y con clase en el tercio final. Rebrincado el cuarto y sin clase el sexto. El quinto fue el único que empujó en varas, aunque solo en el primer puyazo, y fue extraordinario -encastado y con calidad- en la muleta. El primero, de Vegahermosa, justo de presencia, manso y con clase.

Toreros: Diego Urdiales (saludos tras aviso y petición y silencio), Alejandro Talavante (silencio y vuelta al ruedo) y Ginés Marín (saludos tras aviso y silencio).

Presidencia: A cargo de Fernando Aranguren, asesorado por Josetxo Gimeno y la veterinaria Roncesvalles Arraiza, debió conceder una oreja del primero y se mostró excesivamente meticulosa con los avisos; por lo demás correcta.

Incidencias: Lleno. Tarde soleada y de calor agobiante.

El mercurio se disparó y la tarde fue infernal. Transitar por ella costó y mucho hasta el punto de que aguantar ya era un logro por lo asfixiante que se puso. Alejandro Talavante, de azul noche y oro, se llevó el mejor toro del encierro de Jandilla, un buen quinto llamado Rufián –ganador del trofeo Carriquiri- al que cuajó por ambos pitones con gran empaque y torería. Se gustó el extremeño y se dejó llevar durante su labor. Los muletazos tuvieron profundidad y ritmo, en una faena en la que alternó series por ambos pitones que tuvieron belleza. Fue bonita la manera de correr los vuelos, sin exigirle. El de Jandilla fue noble y tuvo esa transmisión que le hizo a Alejandro conectar con el tendido y disfrutar. Pero mató de una estocada baja y cuatro descabellos. Qué rabia que el descabello se le atravesó, porque se tiró a matar sin importarle su figura, y todo quedó en una vuelta al ruedo. Había realizado la mejor faena de la feria. Hay tardes en las que el toreo no tiene premio pero ahí queda, y que no resuena pero permanece.

En su primero apostó y se fue a los medios para echarse de rodillas y recibir desde ahí al de Jandilla con una arrucina de las que cortan la respiración. Arrebatador fue ese inició con el que amarró al público para luego administrárselo. En Pamplona esas teclas son clave. Vio que el toro viajaba tremendo y largo y lo trató de gobernar con series ligadas, que unas veces lograba con más acople que otras, y eso hizo que la obra tuviese intermitencias. Actitud no faltó y rubricó después por bernardinas. Se le fue la mano al sótano con los aceros. Dos pinchazos, estocada y descabello. Silencio.

Urdiales, de azul marino y oro, abrió plaza. Meció el capote con una brutal suavidad. Qué bueno. El muñequeo fue perfecto en el toreo a la verónica que nos hizo viajar con él hasta los mismos medios. Fueron ocho y la media con las que nos pellizcó parar luego llevarnos con su toreo de muleta clásico, muy a contraestilo de Pamplona. Por la derecha, el toro embistió con repetición y ritmo, pero a media altura. Fue noble y se desplazaba, pero le faltó ese picante pese a la ligazón que en ocasiones se desdibujaba por la corta embestida que tuvo después. Por el izquierdo se quedaba más pegadito a la muleta y no empujaba largo. La faena tuvo empaque y seriedad, pero no atravesó la fiesta. Se le pidió la oreja pero el presidente fue esta vez estricto. Sonó un aviso, mató de una estocada, hubo petición, pero se tuvo que conformar con saludar desde el tercio. Su segundo tuvo una embestida incómoda, rebrincona y molesta en la muleta. Le planteó Urdiales un faena por ambos pitones de firmeza y mando, torera, pero que no tuvo continuidad y mucho menos alcanzó solidez. El bullicio se comió al toreo en medio de la merienda. Mató de un pinchazo y una casi entera. Silencio.

Gines Marín, de grosella y oro, estuvo firme con un tercero que no tuvo demasiada entrega aunque sí movilidad. Trató de hacérselo todo a media altura por el derecho, y luego por el izquierdo de uno en uno. Mató de una estocada, sonó un aviso y saludó desde el tercio. Con el que cerró plaza abrevió ya que se quedó tan corto como apagado y le fue imposible. Terminó con una estocada y el público guardó silencio.

La tarde tuvo su toreo bueno, el exquisito, el refinado y bello, pero el calor sofocante nos aplomó y nos hizo delirar y poco disfrutar.

Información de Jesús Rubio publicada en Diario de Navarra.

This entry was posted in Actualidad and tagged , , , , , , , , , . Bookmark the permalink.

Comments are closed.