SILENCIO TRAS SILENCIO EN LA SEGUNDA DEL ESPÁRRAGO DE ORO DE SAN ADRIÁN

Los compañeros trasladan aHeredia tras la cogida. Fotografía y texto: Isabel Virumbrales.

Buena novillada de Miranda de Pericalvo, que tuvo fijeza y calidad.

Ganado: Cuatro erales de Miranda de Pericalvo, bien presentados, muy parejos, con fijeza y calidad.

Abel Robles: silencio tras aviso y silencio tras aviso. También fue silenciado en el que mató por la cogida de su compañero.

José Antonio Heredia: silencio tras dos avisos y cogido.

Presidencia: Íñigo Jimeno, asesorado por Ricardo Jiménez y Rosa Loranca, poco puntual a la hora de dar los avisos.

Incidencias: tres cuartos de entrada en tarde muy calurosa; la lluvia quiso aparecer tímidamente. Heredia fue atendido en las inmediaciones de la plaza por “contusiones en la región del coxis y muslo izquierdo. Se le administraron analgésicos. Pronóstico leve.

La feria del Espárrago de Oro está adscrita a los festejos de promoción de Camino hacia el toreo. Un camino cuya segunda etapa en San Adrián parecía estar desierto, sin caminantes. Los cuatro novillos de Miranda de Pericalvo se fueron al desolladero con las orejas puestas.

Posiblemente, lo más destacado de la tarde vino de la mano del catalán Abel Robles. Parecía dispuesto en su saludo de dos faroles rodillas en tierra al primero de la tarde. Planteó una faena en los medios a un eral que ya en banderillas marcó querencia a tablas. Citó de largo e intentó el toreo; el novillo, de nombre Gaditano, se empleaba, tenía fijeza y transmisión pero pedía que lo cerrasen. Ya en los compases finales y más en tablas, Robles firmó los muletazos de mayor calidad de la tarde. Le costó decidir los terrenos para ponerlo en suerte y marró con los aceros. Escuchó un aviso.

Robles recibió a pies juntos al que hizo tercero y lo sacó de tablas abriendo el compás. Quería hacerle faena y lo cuidó en banderillas pidiendo el cambio con dos pares. Con la pañosa faltó acople, faltó ambición. Había que hacerle las cosas bien al de Pericalvo y cuando se le hacían, el astado era agradecido. Abel Robles no dio ese paso que hacía falta. Volvió a fallar con la espada y escuchó otro aviso.

Antonio Heredia se encontró con un lote de triunfo, lástima que el segundo de la tarde se diera un volatín en banderillas que acusó en la muleta. El novillo fue noble y gracias precisamente su condición no hizo por Heredia que en más de una ocasión quedó a su merced. Mostró poca destreza en la suerte suprema y recibió dos recados de la presidencia.

Cerró plaza Relámpago, y en sus lances de recibo faltó cadencia, sosiego; despaciosidad. Ya con la muleta, Heredia optó por las cercanías; mucha cantidad pero poca calidad, muletazos enganchados a mitad de trayecto. En los últimos compases consiguió ligar una serie al natural; faltaron las ganas de triunfar. Inseguro con la espada se perfiló varias veces al entrar a matar. Verduguillo en mano, Heredia sufrió una aparatosa voltereta y fue sacado de la plaza por sus compañeros. Robles tomó el acero y mató de estocada y descabello.

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