Ferrani y Centenera se repartieron cuatro orejas y el novillero navarro sólo cortó una por fallar con la espada.
Ganado: Seis erales de Carmeny Mariano Arroyo, bien presentados aunque desiguales, con un tercero bastante terciado, nobles, con fijeza, muy toreables, salvo los dos últimos, carentes de clase.
Lilian Ferrani: oreja en ambos.
Javier Marín: silencio tras dos avisos y oreja tras aviso.
Adrián Centenera: oreja en ambos.
Presidencia: A cargo de Marta Sola, asesorada por Javier Martínez y Javier Piñedo, sólo regular por demasiado generosa en la concesión de trofeos.
Incidencias: Más de media plaza. Tarde soleada, con molesto viento. La terna hizo el paseíllo desmonterada. El presidente del Parlamento de Navarra, Alberto Catalán, asistió al festejo. Tras el paseíllo, se guardó un minuto de silencio por la muerte de José Juan Ortega, aficionado sangüesino y maestrante de la plaza de toros.
Dos de los novilleros soñaban ayer con salir a hombros pero no pudo ser. Pese a haber triunfado, tuvieron que abandonar la plaza a pie porque la puerta grande estaba bloqueada por un camión que tenía que descargar ganado. Cosas de la fiesta de los toros.
Aparte de esta anécdota, la novillada lidiada permitió el lucimiento de los jóvenes aspirantes; en menor medida, los dos últimos, que tampoco mostraron malas intenciones. El conjunto embistió con nobleza y fijeza, y repitió con cierta clase.
En lo que a toreo se refiere, fue una tarde de quites, la mayoría más voluntariosos que vistosos, pero que reflejaron las ganas de agradar de la terna.
El francés Ferrani se llevó el mejor lote, dos nobles erales, agradecidos, muy toreables, ante los que no compuso bien la figura pero puso entrega en las dos faenas, bastante parecidas, asentadas en la diestra, en muchas series cortas en redondo, a las que siguieron invertidos.
En su segundo trasteo, ante el cuarto, abusó de los pases por alto pero, por el contrario, manejó mejor la espada, mató de una estocada y cobró una oreja, la segunda que paseaba, aunque el puntillero estuvo a punto de echar por la borda el premio, importante para el francés de Arles.
Centenera, por su parte, toreó a placer a su primero, un eral con hechuras casi de añojo, al que dominó en todo momento. Pero con un ejemplar de tan poca importancia, su trasteo tampoco tuvo emoción.
Muy distinto fue el brusco y pegajoso sexto, ante el que tuvo que perder pasos y se vio algo desbordado en alguna ocasión. Pese a ello, se peleó bien con él y lo mató con la estocada de la tarde, de innecesaria puntilla, merecedora por sí sola de oreja.
Por último, Marín dio distancias y tiempos –excesivos, a veces- a su codicioso primero. Dibujó un par de buenas series de largos derechazos, pero mató mal. Salió a por todas frente al mansito quinto, que tuvo un pitón izquierdo aceptable. El cirbonero se decidió a torearlo al natural, se entonó y, a base de lo que aquí llamamos rasmia, logró arrancarle un trofeo.