RAFI SALVA LA TARDE EN SAN ADRIÁN CON PUERTA GRANDE Y TOREO LENTO

Rafi al natural ante el cuarto y último eral de Hermanos Ozcoz. Fotografía: Mancha.

Rafi al natural ante el cuarto y último eral de Hermanos Ozcoz. Fotografía: Mancha.

El serio y desigual encierro de Hermanos Ozcoz decepcionó por su mansedumbre.

Ganado: Cuatro erales de Hermanos Ozcoz, serios y de diferentes hechuras, mansos, descastados y sin poder. El primero fue el de más raza y el cuarto destacó por su nobleza.

Novilleros: José Ibáñez (saludos y vuelta al ruedo, en ambos casos por su cuenta) y Rafi (silencio y dos orejas).

Incidencias: Tres cuartos de plaza en tarde de calor africano.

Los corrillos de aficionados seguían comentando al inicio de la novillada el cúmulo de sensaciones que había dejado el jueves en el ruedo de San Adrián Alfonso Ortiz. La mayoría incidía en que iba a ser complicado que ningún otro torero pudiera disputarle el Espárrago de Oro. Y es cierto, pero ayer, cuando casi nadie lo esperaba, volvió a surgir la diferencia que marca el toreo bueno. En este caso de manos de Rafi, un espigado francés de la Escuela de Tauromaquia de Nimes, que dio una magnífica tarde y que toreó al ralentí -casi susurrándole los lances- al coloradote novillo que cerró el decepcionante envío ganadero de los Hermanos Ozcoz.

La novillada tuvo más kilos que formas y juego. El primero fue el más encastado y el resto fue muy a menos en el último tercio, con la salvedad del cuarto, que aunquese paró muy pronto, tuvo un cierto fondo de bravura para perseguir los vuelos del francés.

La faena tuvo el don de la pulcritud y la forma de la pureza: perfecta la colocación, ausencia casi absoluta de toques y toreo muy mecido. Tiene compás y valor tal y como demostró al pasarse una y otra vez los pitones del eral a milímetros de las espinillas.

Y gusto, porque el francés bebe en las fuentes de los toreros que buscan la verticalidad y el ritmo sin exageraciones melodramáticas ni contorsiones para llevar largos a los astados. Se demuestra que para torear profundo no es necesario tumbarse ni romperse la cintura. Logró una buena estocada y consiguió dos orejas de gran mérito

que salvaron la tarde. El galo no había tenido la más mínima opción con el desacatado segundo y su compañero de cartel, José Ibáñez, dio un verdadero recital de destoreo, o de toreo mostrenco, que viene a ser lo mismo.

Con el primero, Ibáñez fue desarbolado por Rafi en el tercio de banderillas que compartieron y su faena fue un ejercicio de recursos efectistas. Hasta se llevó un volteretón sin consecuencias. Con el tercero, un jabonero que parecía que le había dado un aire, se perdió en cabriolas y disquisiciones en la periferia del toreo.

Hasta se tiró a matar sin muleta, aunque bien es verdad que se quedaba en la cara a modo de topacarnero. Los saludos y la vuelta que paseó fueron motu proprio.

Dos formas absolutamente distantes y diferentes de concebir la tauromaquia que ayer en San Adrián no tuvieron discusión posible: venció el toreo.

Información de Pablo García Mancha para Diario de Navarra.

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