QUINTA CORRIDA DE LA FERIA DEL TORO. CRÓNICA. CHORRITOS DE NOBLEZA

El debutante Jiménez Fortes logró una oreja de cada uno de su lote y salió a hombros.

El debutante Jiménez Fortes triunfó, salió a hombros y, sobre todo, convenció ante una corrida de Fuente Ymbro que, aunque noble, acusó falta de fuerza en conjunto y defraudó; se esperaba más de ella.

Ganado: Seis toros de Fuente Ymbro, bien presentados, ofensivos, astifinos, alguno hasta lo exagerado, nobles pero justos de fuerza y sosos en general, con un sexto que fue el más completo del encierro gaditano.

César Jiménez: silencio en ambos.

Rubén Pinar: silencio tras aviso y oreja tras aviso.

Jiménez Fortes: oreja con fuerte petición de la segunda y oreja. Salió a hombros.

Presidencia: A cargo de Iñaki Cabasés, asesorado por María Resano y Fernando Moreno, cumplió muy bien su cometido y mostró acertado, sensato criterio taurino al no conceder la segunda oreja del tercer toro.

Incidencias: Lleno aparente. Tarde nublada y agradable, tirando a fresca. Jiménez Fortes hizo el paseíllo desmonterado.

Tras el festejo anterior, regresó ayer el toro de verdad a la feria que se honra con su nombre. Primero por la presencia de los ejemplares, con unas astifinas cornamentas que provocaban escalofríos; algunas de ellas, incluso, exageradas, tirando a lo destartalado. Y segundo, porque, tras un festejo de ausencia, regresó al ruedo la suerte de varas; no fue para tirar cohetes pero, por lo menos, existió y los varilargueros tuvieron algo de trabajo. En el plano negativo, la corrida vino cargada, atacada de kilos, rozando los seiscientos de media, exceso de peso que acusaron los toros, que se desenvolvieron con sosa nobleza y en corto recorrido en la mayoría de los casos.

De todos modos, pese a lo apagado de unos y lo rajado de otros -uno descarado-, el juego del encierro permitió que se cortasen tres orejas, con peticiones mayoritarias, y que uno de los espadas, precisamente el debutante, saliese a hombros, triunfo que le tuvo que saber a gloria.

Cierto es que le correspondió el toro más completo, el sexto, el negro Pijotero, que cumplió en varas y embistió humillado en la muleta, con cierta clase en algunos pasajes.

El joven malagueño, descendiente de toreros por ambas partes, lo recibió con unas verónicas empapadas en gusto. Después, sabedor de que tenía a su alcance un triunfo de puerta grande, del que podía salir relanzado, cogió la muleta con decisión, sabedor de lo que tenía que hacer.

Así, dibujó una primera serie de derechazos largos y mandones, tirando del toro y alargando la embestida. Tras ella, no tardó en ver que la nobleza se extendía asimismo al pitón izquierdo. Y dibujó varios naturales de buen corte pero sin la continuidad deseada. Continuó con unos invertidos y, tras ellos, el toro dijo basta; había dado todo lo que podía ofrecer. Para entonces, ya había conectado con los tendidos. Unas manoletinas dieron paso a un estoconazo contrario. Sin que el toro hubiese doblado, ya se agitaban pañuelos, de color rojo por mayoría aplastante. El debutante necesitó de dos golpes de descabello para acabar con el buen toro, algo que no importó al público, que por democrática mayoría volvió a premiarle con otro trofeo, el que le abría la puerta grande, la que le permitía salir a hombros y materializar otro sueño.

Jiménez Fortes ya se había ganado al público en el primero de su lote, tercero de la tarde, un ejemplar que, rajadito, manseó de salida, se mostró deslucido en el inicio de faena, aunque mejoró en condición a lo largo de ella. El de Málaga estuvo, en cualquier caso, muy por encima de él y le sacó todo el partido posible, especialmente en dos series muy ligadas en redondo.

Por el izquierdo, el toro, tardo, no permitió la ligazón debida de sus naturales pero, inteligente el diestro, alegró con unos molinetes de rodillas, cerrados con uno de pecho, del que estuvo a punto de salir cogido. Decidido, entró amatar por derecho y dejó una estocada trasera. Justa oreja. No más.

Pinar, por su parte, se encontró con el jabonero, un viejo ejemplar que embistió con nobleza pero que, justo de fuerza, no transmitió. Lo toreó sobre la diestra, con buen sentido del temple, pero sin lograr conectar con el respetable. El quinto fue un manso rajado desde el comienzo. La faena fue una lucha para evitar que se fuese a tablas, de la que el albaceteño salió vencedor por lograr ligar tres series en redondo, llevando al toro empapadísimo. Y de su trabajo obtuvo premio.

César Jiménez, por último, pudo hacer más frente al soso noblote que abrió plaza y no terminó de acoplarse a la noble embestida del cuarto. Del G-10, sólo dejó en Pamplona la “G” de gris.

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