Diego Hermosilla sufrió una cornada de unos quince centímetros en la zona abdominal y fue trasladado a Pamplona para ser operado.
Ganado. Seis utreros de Martín Peñato, parejos y terciados de presentación, con carita, nobles en soso, desrazados, que se dejaron hacer sin clase y sin complicaciones, deslucidos en definitiva.
Novilleros.
Diego Hermosilla: silencio tras aviso y vuelta al ruedo.
Javier Antón: saludos tras leve petición y vuelta tras petición.
Iván Abasolo: silencio tras dos avisos y silencio tras aviso.
Presidencia. A cargo de Ángel María Navallas, asesorado por Pedro Oteiza y Santiago Guallar, cumplió con criterio su cometido.
Incidencias. Más de dos tercios de plaza. Tarde soleada y calurosa. Abasolo y Hermosilla hicieron el paseíllo desmonterados. Este último novillero sufrió una cornada del cuarto, de entre diez y quince centímetros, en la zona abdominal, según un primer examen, y, tras concluir su intervención, fue trasladado a Pamplona para ser operado.
Deslucido comienzo de feria, pese a que el sol acompañó y la banda sangüesina sonó tan bien como siempre. Deslucido por el juego de la materia prima. Y deslucido por los repetidos fallos de los novilleros a la hora de matar, bien con el estoque bien con el descabello.
Como hecho anecdótico, Abasolo toreó en tercer lugar, y no en segundo, pese a haber debutado con caballos antes que Antón; concretamente, veintiséis días antes. Según la autoridad del callejón, en el Ministerio del Interior no figuran así los datos y da más antigüedad al navarro que al vizcaíno. Algo falla, pues el paseíllo lo hicieron con Antón como menos veterano. En fin…
Respecto al ganado, la novillada no convenció ni por su presencia ni por su juego. Como factor positivo, se puede afirmar que fue bastante pareja y que tuvo su cara. Como negativo, que varios anduvieron faltos de carnes y que, por ejemplo, el último tuvo más hechuras de eral que de utrero. Esto en cuanto a la presentación. En lo referente al juego, el encierro tuvo nobleza y no fue complicado en este sentido, pero no anduvo sobrado de fuerza y le faltó raza y motor para transmitir algo, para aportar esas gotas de emoción tan necesarias en todo festejo. Por tanto, suspenso para los utreros que más que peñatos fueron peñazos.
Ante este panorama, tampoco hubo un novillero que destacase sobre los demás. Los tres mostraron muy buena disposición pero se quedaron prácticamente en eso. Y además, anduvieron con el punto de mira bastante desviado a la hora de matar, de clavar el estoque o acertar con el descabello. Y así… malo, malo.
Diego Hermosilla toreó cómodo, sin problemas y por ambos pitones al que abrió plaza, tan noble como soso; fue una faena templadita que no alcanzó eco en los tendidos. A la hora de matar, salió golpeado del embroque y con la gran taleguilla para el costurero. Después, se le resistió el manejo del descabello.
Al cuarto le realizó un trasteo perseverante, en el que se dejó tocar demasiado el engaño por un novillo sin clase alguna; hubo algunos muletazos de buen trazo pero no alcanzó la ligazón deseada. Se volcó al matar y dejó una delantera de la que salió prendido. Dolorido, acertó al segundo golpe de descabello. Después, se supo que llevaba una cornada en el abdomen. Pundonor torero.
El primero de Antón fue noble, tardo y mostró bastantes ganas de rajarse. Le realizó una faena por ambos lados, mejor al natural, que nunca alcanzó vuelo. Ante su segundo, de escaso motor y recorrido, rubricó algún pasaje de calidad con la diestra, se ganó a los tendidos y a punto estuvo de cortar un trofeo.
Abasolo realizó dos faenas largas, muy largas, de muchos muletazos y escaso contenido. Demasiado tesonero, debió acortar sus insípidos trasteos.