NOBLEZA A CHORROS

Derechazo de mano baja de Iván Fandiño, que gustó en Pamplona.

César Jiménez e Iván Fandiño se repartieron dos orejas de muy distinto peso taurino

Los toros de Fuente Ymbro resultaron nobles pero no anduvieron sobrados de fuerza y les faltó transmisión

Ficha técnica

Ganado: Seis toros de Fuente Ymbro, bien presentados, agresivos, astifinos, muy cuidados en varas por sus justas fuerzas, de noble juego en general, se dejaron hacer sin problemas pero les faltó chispa, ese punto de transmisión.

Diestros.

Antonio Ferrera: silencio tras aviso y silencio tras dos avisos.

César Jiménez: vuelta al ruedo tras petición y oreja tras aviso.

Iván Fandiño: oreja y silencio tras aviso.
Presidencia. A cargo de Juan Moscoso, asesorado por Nuria Crespo y Josetxo Gimeno, cumplió con buen criterio su cometido.

Incidencias. Lleno. Tarde soleada y calurosa. Fandiño sufrió una voltereta del sexto sin consecuencias. Buen ambiente en toda la plaza.

La Feria del Toro entró ayer en su segunda parte, en ese tramo menos torista y, como suele ocurrir, llegaron las orejas por partida doble.

No se puede decir que el encierro de Fuente Ymbro defraudó, pero los aficionados esperaban más de él. Los seis toros no dieron problemas a la terna, derrocharon nobleza -no tanta el rajado sexto- pero una nobleza apagada, carente de esa chispa que conlleva transmisión y emoción. Posiblemente, porque anduvieron muy justitos de fuerza y ello obligó a cuidarlos, casi mimarlos, en el tercio de varas.

Paradójicamente, el sexto, que peleó con fijeza en los dos encuentros con el peto, fue el único que se rajó a las primeras de cambio en el último tercio. En cualquier caso, tres ejemplares -tercero, cuarto y quinto- recibieron palmas en el arrastre.

En definitiva, la corrida resultó toreable, bastante cómoda para los diestros y tirando a sosa para los aficionados. El conjunto no suspendió pero se esperaba que alcanzase nota más elevada y más tratándose de una ganadería que todos los años, salvo uno, se ha ido de Pamplona con un premio camino de la finca gaditana de San Juan del Valle. Este año, sin embargo, me temo que no.

Respecto a la mano de obra, un diestro convenció y gustó otro logró un aprobado raspado y el tercero, que fue el primero en actuar, defraudó totalmente y acabó aburriendo hasta a un gato de escayola.

Fandiño demostró en Pamplona que se encuentra en un gran momento de toreo, que se trata de un torero elegante y que se merece un puesto en lo alto del escalafón. Y eso que ayer le acompañó la suerte a medias. Frente a su primero, de noble condición, dejó claro desde el principio que no había llegado a Pamplona a echar la tarde. Todo lo contrario. Salió a por todas. Recibió al negro ejemplar por gaoneras, algo nada frecuente, y continuó luciéndose por chicuelinas. Buen comienzo. Con la muleta, inició su faena en el centro del anillo con tres cambiados por detrás, de ésos que causan sensación y disparan cierto nerviosismo. Después, toreó por ambos pitones pero con mejores argumentos con la diestra, sobre todo en una tanda en la que bajó algo la mano al natural, no consiguió la limpieza deseada. Entró a matar decidido y dejó una hasta la bola, pelín trasera quizás, que le puso en bandeja y con merecimiento la primera oreja de la tarde. Frente a su segundo, buscó otro trofeo, el que le abría la puerta grande, pero se topó con un cuatreño que se rajó a las primeras de cambio, tras unos serenos estatuarios. Después, lo toreó en su querencia en redondo, con mucha quietud y admirable limpieza. Al intentar una manoletina, el toro le dio una voltereta sin consecuencias, que hizo despertar a la solanera y le llevó a prestar atención. Se barruntaba otra oreja pero los aceros le alejaron de ella. Realizó su buen trasteo al son de «Volver», todo un presagio.

Jiménez le realizó una faena cómoda y de escaso vuelo a su primero, basada en la diestra. La estocada, baja, tirando a caída, resultó efectiva y por ello se agitaron pañuelos. El trofeo lo logró del noble quinto, al que le realizó una faena larga por ambos pitones, en la que destacaron algunos naturales.

Ferrera no hizo vibrar ni en su fuerte, los rehiletes. Ante su primero, toreó tan soso como embistió el toro. Frente al cuarto, se puso muy pero que muy pesado, lo que se dice aquí un cansalmas.

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